lunes, 24 de noviembre de 2025

José Luis Rubio-España/Noviembre 2025

MANECILLAS PARADAS

 

He visto el reloj, colgado de su cuello,

y la hora que marcaba no era la real,

porque las manecillas estaban paradas

en aquella hora fatídica, en aquella hora,

en que todo saltó, por los aires,

sin que pudiéramos evitarlo.

 

Fue esa hora. El reloj se negó a avanzar

desde ese segundo porque en ese instante

el tiempo se paró para la dueña del reloj.

Ella entró en un pozo oscuro interminable,

permanente, sin días, sin noches,

donde no existían los sonidos, ni las imágenes,

solo el agua se atrevía a mojarle la cara

y a empaparle el insensible cuerpo.

 

Ella ni de esto se daba cuenta. Estaba sin estar.

Vivía sin vivir. Miraba sin ver. Se movía

por inercia, a impulsos externos,

de familiares y amigos que la llevaban

y traían intentando que reaccionara.

No comía. No bebía. No dormía.

Su tiempo habíase detenido

aquel segundo, aquel minuto, aquella hora.

Ella también se paró entonces.


 

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