EL AMIGO CARACOLITO
(CUENTO PARA NIÑOS)
Una fina llovizna cae desde temprano. Las violetas del
jardín de la abuela Alicia, saturadas de humedad, se niegan abrir sus pétalos.
Los zorzales que tienen sus nidos en el tilo de enfrente, se ven ateridos de
frío. José Miguel Alfonso de 6 años y Natalia Margarita de 8, miran al
exterior, a través de la ventana del dormitorio del abuelo Alfonso. Para ello,
deben limpiar los vidrios, ya que el calor de la casa los mantiene empañados.
De pronto escuchan la voz de las violetas que se quejan de las bajas
temperaturas:
-¡Oh, que entumecida estoy!
- ¡ Sí¡, nosotras también, dijeron al unísono las otras.
- ¡Cuándo saldrá el sol!
- Estamos recién entrando al invierno y para que llegue
la primavera falta aún mucho tiempo -
dijo la de mayor edad…
José Miguel y Natalia Margarita, jamás habían escuchado
hablar a las flores.
A mí me gustaría ser grande para darle calor a las
violetas, dijo José Miguel.
Yo también haría lo mismo, manifestó Natalia Margarita.
En eso estaban, cuando vieron que un caracol subía por la
pared hacia la techumbre de la casa. Al pasar por el vidrio les dijo:
-Voy al Sol, quiero traer en este canastito un poco de
calor para las violetas.
-¡Qué bueno eres!- dijo Natalia Margarita.
- ¿Qué llevas en el canasto?, - preguntó José Miguel.
- Higos secos, nueces, pasas, un poco de miel y un trozo
de pan.- contestó el caracol.
- ¿Tienes suficiente?, el camino es largo y te dará
hambre.- dijo Natalia Margarita.
- No te preocupes, tengo suficiente - replicó éste y
agitando sus antenas siguió trepando.
-¡José Miguel!, ¡Natalia Margarita! A almorzar - llamó la
abuela Alicia.
Como todos los días, ambos, corrieron al baño a lavarse
las manos.
Estaban sirviéndose el postre, cuando sintieron un fuerte
golpe, al mirar por la ventana del abuelo, vieron que el caracol una vez más,
iniciaba su viaje hacia la techumbre.
- ¿Qué te pasó Caracolito? - preguntó Natalia Margarita .
- Me quedé dormido casi al llegar a la techumbre y me
vine abajo - contestó éste – pero no me doy por vencido, recogí las vituallas
y ahí voy otra vez.
Los niños se quedaron mirándolo hasta que llegó a la cima
de la casa. Un rayo de sol cayó sobre ella y el Caracol se trepó en él, y éste
muy lentamente, se fue recogiendo hasta perderse en las alturas de regreso al
Padre Sol.
Llegando allá, se sentó a merendar: higos, nueces y
pasas, a la orilla de un río de fuego que era fresco, ¡fresco!, como si fuera
un río de agua.
-¿A qué has venido? – Preguntó el Padre Sol - alisándose
su larga y blanca barba.
-Vengo en busca de un poco de calor para las violetas.
-¿Y qué les pasa a las violetas?
-El abuelo invierno las tiene encerradas en una jaula de
hielo.
-¡Ah!, ¿No sabes Caracolito, que mi sobrino debe hacer su
trabajo para que las plantas descansen y se preparen para verse hermosas en
primavera?
-Es que a mí me da mucha pena verlas tan tristes, con ese
frío, y por eso he venido hasta acá.
-Bueno, porque eres un excelente amigo llena tu canasto
de calor y llévaselo. Mañana me asomaré a ese jardín para saludar a tus amigas.
El Caracolito se trepó nuevamente al rayo de sol y, muy
lentamente se dirigió a la tierra, justo hasta la techumbre de donde había
subido a los cielos.
José Miguel y Natalia Margarita aún miraban al cielo,
cuando vieron que el Caracolito bajaba hasta el jardín y lanzó una fina lluvia
de calor sobre las violetas, que llevaba en su canastito; inmediatamente las
violetas abrieron sus corolas y luciendo alegres y perfumadas. El azul de sus
pétalos llenó el espacio. Danzando y cantando agradecieron al Caracolito su
lindo gesto de amistad.
Para mis nietos José Miguel y Natalia Margarita. Que Dios
los guarde en su inocencia, por que sé que aman a los animales y las plantas.
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