martes, 23 de octubre de 2018

Luis Tulio Siburu-Argentina/Octubre de 2018


MONÓLOGO INTERNO - YO, EL OSO DEL CIRCO 


Me he sentado en el bosque, al pie de la montaña y ya lejos de la ciudad para descansar y reflexionar. A un promedio de cincuenta kilómetros horarios, atravesé asfalto, semáforos y agentes de tránsito. Seguramente mis dos metros de altura y ciento veinte kilos lanzados a velocidad los apabullaron y no atinaron a detenerme. Acabo de escapar del circo. Soy Yugo, el oso pardo, el que hasta ayer divertía a los chicos en dos funciones diarias, gracias a veces a los gritos de mi domador y otras por la fuerza del látigo que él portaba. Ya estoy viejo, treinta y ocho años, en cautividad puedo vivir casi hasta los cuarenta y siete, pero quise la libertad aunque me muera mañana mismo. Parece una perogrullada, pero no me puedo hacer más el oso, tengo que enfrentar la realidad de mis deseos más íntimos. Volver a oler mi juventud, el ambiente en que nací, no importa la soledad porque estoy acostumbrado. Antes que me cazaran estar solo era una particularidad de mi raza y después en el circo, aunque estaba rodeado de jaulas con diferentes especies y de seres humanos, era un solitario empedernido, metido en mis pensamientos y en los eternos planes de encontrar una salida.
Estoy aburrido del encierro, soportar órdenes, respirar autoritarismo, convivir con desahuciados. Ni siquiera provocar sonrisas nos daba alegría, porque reconozco que lo nuestro era hipocresía…quién le vendió la idea al ser humano de que somos payasos para divertirlos a ellos.
Ahora siento como que respiro aire puro, no el enrarecido de estos últimos veinte años …me paro, me siento, muevo, corro, acuesto, me vuelvo a levantar, como un fruto del árbol cercano, grito todas las veces que me viene en gana.
Un día el sereno se sentó cerca de mi jaula y prendió la radio. Escuché un reportaje a un viejo humano jubilado que había tipiado, sellado y archivado papeles durante muchos años. Y contó que de pronto encontró un libro, lo leyó, después otro y más tarde muchos. Se dio cuenta que había entrado en otra galaxia. Pateó el escritorio, dijo buenas tardes mucho gusto y se fue a vivir a la biblioteca, a llenarse de vida, a rescatar lo que había perdido de a poco y sin darse cuenta.
Increíble, pero algo similar siento yo acá en el bosque. No sé leer pero puedo observar, pensar, soñar. Con eso me alcanza. No extraño el carromato ni los aplausos. No los necesito. Vivienda y pan seguro y elogios desmedidos no siempre satisfacen al alma. Ella necesita otros condimentos para sobrevivir. Estoy seguro que puedo encontrarlos entre la espesura. Voy a buscarlos. Soy feliz y tengo tiempo de sobra.

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