Horacio Pérez
del Cerro responde “En cuestión: un
cuestionario” de Rolando Revagliatti
Horacio Pérez del Cerro nació el 5 de septiembre de 1950 en
Buenos Aires, capital de la República Argentina, y reside en la ciudad de San
Justo, partido de La Matanza, provincia de Buenos Aires. Cursó, sin concluir,
las carreras de Ingeniería Electricista en la Facultad de Ingeniería de la
Universidad de Buenos Aires, y en la misma universidad la Licenciatura de
Antropología Social en la Facultad de Filosofía y Letras, así como la
Licenciatura de Psicólogo Social en la Escuela de Psicología Social para la
Salud Mental, de Alfredo Moffat. Fundó en 1982 el sello Ediciones El Tranvía.
Coordinó talleres literarios particulares y en “El Bancadero”, Asociación
Mutual de Asistencia Psicológica. Creó y condujo espectáculos articulados entre
poesía, teatro y música en ámbitos argentinos y brasileños. Fue redactor de las
revistas ‘Línea” (1982-1983) y “La Hoja” (2000-2002) y es colaborador de la
revista literaria “Ayesha”. Integró el volumen colectivo de poesía “Taltriana” (1982). Su estudio
preliminar “Contra la versión perversa de sus carceleros o la malversada tesis
vulgar”, forma parte de la antología “Sade.
Sistema de la agresión. Textos filosóficos y políticos” (con selección de
Flavio Crescenzi, Ediciones El Tranvía, 2002). Como libro electrónico se accede
en la web a su “El armisticio del tábano”,
relatos I (2015-2017), de prosa poética. Poemarios publicados entre 1985 y
2002: “Multitudes en silencio”, “Los inviernos del fuego” (Antología
1992-1999) y “Crujidos”.
1: ¿Cuál fue tu primer acto
de “creación”, a qué edad, de qué se trataba?
HCP: Lo que atañe al acto de creación, corresponde al grado de
disconformidad con el mundo que me rodea, y me rodeaba en mis primeros años de
la niñez. Lo que sucede es que en aquel entonces no discernía lo suficiente
para entender lo que sucedía y me limité, con elementales herramientas
perceptivas que disponía, a construir transformando desde lo lúdico, si cabe
como acto creativo.
Recuerdo dos juegos, hoy se les llaman didácticos:
uno constaba de piezas de madera y cartón pintado, para construir casas, y el
otro, de madera en su mayoría, para construir objetos mecánicos con movimiento.
En la actualidad no existen como tales, y tal vez han sido reemplazados por
otros materiales sintéticos.
El primero constaba de unas bases
cuadradas de madera terciada gruesa de diferentes medidas, con agujeros
cuadrados dispuestos en cuadrícula, en los que se insertaban unos palitos
también cuadrados con ranura a lo largo, donde había que calzar unos cartones
con forma de ventanas, puertas, barandas de balcón y otras lisas tipo pared, y
unos en forma de techos que se engarzaban. Y el segundo, de palitos redondos de
diferentes largos, y rodajas de madera a modo de ruedas lisas con ranuras en
sus bordes y otras dentadas como engranajes, y agujeros en diferentes
posiciones.
Al comienzo seguí las posibilidades que
los juegos me permitían. Pero después de un tiempo comencé a fabricar, con
cartones y madera, otros elementos que me permitieron expandir, transformar y
hasta transgredir las libertades que me posibilitaban, además de combinarlos,
uno con el otro.
Estimo este período de mi infancia entre
los cinco a siete años.
2: ¿Cómo
te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la
velocidad, con las contrariedades?
HPC: Vaya pregunta, nada sencilla, más que nada la última.
Con la lluvia muy
bien, como cuando comienza un romance, pero si continúa por muchos días sin
cesar, me resulta un tanto cargosa o tal vez insoportable.
Con las tormentas,
sin embargo, tengo un amor incondicional. Sobre todo, en las que he estado en
el mar o la playa. Recuerdo varias sucedidas en algunos febreros de mi
juventud, en Mar del Plata. Me llenaba de gozo en compañía de un perrito, ir a
la punta del espigón del puerto para que nos bañaran las olas que chocaban
contra las rocas, o en una playa muy extensa, llamada Dinamarca, cerca del faro.
La sensación de aquél espectáculo era comparable a estar escuchando “El holandés
errante” de Wagner, o alguna sinfonía de Beethoven, entre truenos y relámpagos.
La sangre es como
el soplo de la creación que nos da y une a la vida, y que desaparece con la
muerte. Esta cualidad de ser y no ser o de estar y no estar, la emparento con
nuestra finitud humana, y es lo que me hace mencionarla y metaforizarla en mi
poesía.
La velocidad es más
que un fenómeno físico, que los seres humanos deben aprender a regular en tanto
y cuanto atiende a cuestiones psíquicas en nosotros, muchas veces provenientes
de la ansiedad, la falta de atención sobre algún hecho, o la vorágine a que
ante las apetencias de éxito (palabra horrible), y acumulación de bienes, nos imponen
estos últimos tiempos.
La considero
enemiga de todo momento de pensar y reflexionar, o realizar algún trabajo a
conciencia. Donde no se miden las consecuencias de esa premura totalmente
gratuita.
Asimismo, es
inadecuada al momento de emitir un discurso, o como se dice vulgarmente “abrir
la boca” para decir algo sin haberlo pensado.
En tanto al uso
que se le da en otros aspectos, como los tecnológicos, está descontrolada. Como
antídoto a los estragos que muchas veces produce, se me ocurren tres refranes o
dichos populares: “No por mucho madrugar
se amanece más temprano”, “Darle
tiempo al tiempo” y “Chi va piano, va
lontano”, es decir, “El que va
despacio, llega lejos”.
Si bien las
contrariedades son propias de la vida cotidiana, creo que se han incrementado
en esta modernidad, por habitar en espacios cada vez más reducidos, rodeados de
tanta sofisticación tecnológica, hacinados en ciudades, lejos del entorno de la
naturaleza. Puedo decir que las soporto o las naturalizo para que no me
afecten.
Tienen el aspecto
de que algo sucede del afuera, contrario a nuestros deseos o designios. Es un
rasgo de mezquindad de parte nuestra, o parte de nuestro antropocentrismo a
ultranza. Como que algo está conspirando en contra nuestro o de nuestro deseo,
por eso lo de contra-riedad… Quisiera saber qué de nosotros, o nuestra
“riedad”, se encuentra herida. ¿Será que esa herida a nuestro narciso lo
reescribe como “riedad”, y lo naturaliza, incluye y enmascara en el lenguaje? Quien
quiera que saque sus conclusiones.
3: “En
este rincón” el romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro rincón”,
por ejemplo, William Faulkner y su “He
oído hablar de ella, pero nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones?...
HPC:
He leído ese reportaje que hicieran a Faulkner, y
así como con otras apreciaciones muy acertadas, concuerdo plenamente con él.
Si bien hay una pulsión que nos lleva al
acto de la escritura, luego de ese instante la obra se construye con mucho y
dedicado trabajo. Trabajo por el sentido y el rumbo que deseamos tenga lo
escrito, lo que nos dicen las palabras que utilizamos en un primer borrador, y
lo que ellas combinadas hacen al texto. Es un ida y vuelta, lo que hemos
escrito en una primera fase, lo que percibimos de lo escrito y nos devuelve
otra idea otro sentido, otra construcción que no imaginábamos estaba ahí, y que
solo el trabajo y la observación nos permite escuchar lo que nos dice el texto,
su discurso oculto que no pudimos leer en un primer momento. Es todo un proceso
de descubrimiento, un juego placentero en que nos sumergimos para escuchar
otras voces, que luego con el trabajo quedan al descubierto y construyen la obra.
Ese para mí es el trabajo, el tuteo con lo oculto que nos dictan las palabras
combinadas de una forma determinada en un texto, los pactos y alianzas que
establecemos para que nos permita hacerlo visible, sin traicionar el compromiso
que asumimos, y motivo de su origen.
4: ¿De qué artistas te
atraen más sus avatares que la obra?
HPC: En primer lugar, la palabra “artista”, que se usa para definir a toda
persona que realiza un hecho artístico, está muy bastardeada.
Digo esto porque
hoy se llama artista y se extiende su acepción a cualquier sujeto/ta, que
realiza un adefesio en la plástica, ejemplo las instalaciones, al que escribe
un mamarracho que pretende ser literario, por lo general voluminoso, acompañado
de una miríada de presentaciones adulonas, o aquel que hace una morisqueta
sobre un escenario y presume de actor o bailarín/a. Creo, al mismo tiempo, que
hay una carencia generalizada de sentido crítico, en algunos de los que se
pretenden autores.
Pienso que esto
es fruto de una publicidad impostada, por y para beneficio único del mercado
editorial, los marchantes de la plástica o el llamado mundo del espectáculo, o
de “idiotización” masiva, como la televisión.
Yendo a la pregunta
estrictamente. Me interesa la obra, lo demás es accesorio. Prima conocer el producto artístico, su calidad
innovadora como su aporte al crecimiento del arte que se trate. Mi curiosidad
por los pormenores y avatares de la vida del autor los considero necesarios si
algo lo promueve o me lo reclama, de lo contrario no entran en mi campo de
interés.
Como apéndice a
tu pregunta, respecto al totalizador “artista”: la lengua castellana con que
nos manejamos, adolece desde su aspecto formal de las mismas endemias de la cultura
occidental judeo-cristiana que la creó, no solo estética sino ideológicamente,
por eso es que el totalizador “artista” no está libre de esta cojera. Considero
que esos totalizadores más que precisar, “embarran la cancha”. La ausencia de
estos totalizadores de la lengua en ciertas culturas, coadyuvan mucho más a la
excelencia y pureza de ellas que en detrimento; hay un ejemplo interesante de
tomar en cuenta en “El pensamiento
salvaje” de Claude Lévi-Strauss.
5: ¿Lemas,
chascarrillos, refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?
HPC: “Al que nace barrigón es
al ñudo que lo fajen”, “El que nace
para pito nunca llega a corneta”, “Tantas
veces va el cántaro a la fuente que al fin se rompe”, “Más vale pájaro en mano que mil volando”; el que ya te referí
anteriormente, “No por mucho madrugar se
amanece más temprano”, y su casi
contrapuesto “Al que madruga dios lo
ayuda”; “Dios dice: ayúdate que te
ayudaré”, “Vísteme despacio que tengo
que salir apurado”, “Una imagen vale
más que mil palabras”, “Mil hombres
juntos es igual a la milésima parte de un hombre”, “El perro es el mejor amigo del hombre”, “En boca del mentiroso lo cierto se hace dudoso”; uno muy terrible:
“La letra con sangre entra”; “Serás lo que debas ser o no serás nada”,
“Todo depende del color del cristal con
que se mire”… Muchos de ellos me los enseñó mi abuela materna.
6: ¿Qué obras artísticas te han —cabal, inequívocamente—
estremecido? ¿Y ante cuáles has quedado, seguís quedando, en estado de
perplejidad?
HPC: En mi temprana juventud, la novela “Don Camilo” de Giovanni Guareschi, y en prosa o relato las “Confesiones” de Paul Verlaine. Luego y
mucho más adelante, “El señor presidente”
de Miguel Ángel Asturias; “Pedro Páramo”
de Juan Rulfo; las cinco baladas del “El
jinete insomne” y “Cantar de Agapito
Robles” de Manuel Scorza; y la novela “Tadeys”
de Osvaldo Lamborghini. En poesía, “Poema
del cante jondo”, “Romancero gitano”
y “Poeta en Nueva York” de Federico García
Lorca; “Trilce”, “Poemas humanos”, “España,
aparta de mí este cáliz”, y en general toda la poesía de César Vallejo; la
de Blas de Otero en “Ángel fieramente
humano”; algunos poemas de Vicente Huidobro, y algo de la obra poética de Juan
Gelman.
Como artículo aparte tengo que mencionar
la obra de Antonin Artaud, como algo que me abrió la cabeza a un universo muy
diferente, y de un valor único y como hecho literario desestructurado de todo
lo conocido; su teoría sobre el teatro a su vez me llevó a Alfred Jarry, y al “El teatro de la muerte” de Tadeusz Kantor.
Del cine te puedo referir, “I pugni in
tasca” (Con las manos en los bolsillos) de Marco Bellocchio; “Barrio chino”,
“El inquilino” y “A faca na agua” (El cuchillo en el agua) de Roman Polanski;
“Ostia”, con guión de Pier Paolo Pasolini y dirección de Sergio Citti, así como
“Teorema” y “Edipo Rey” de Pasolini (su poesía me gusta mucho también); “Grupo
de familia” de Luchino Visconti; “El acorazado Potemkin”, “Iván el Terrible”,
parte 1 y 2, de Sergei Eisenstein (me parecen estas dos últimas de una
magnificencia poética sublime, su coreografía, iluminación fuera de lo común,
teniendo en cuenta la época en que fueron filmadas); “Tiempos modernos” de Charles
Chaplin.
Del teatro, recuerdo tres obras que me
emocionaron, “El avaro” de Moliere, interpretado por Walter Santana, “La mujer
sentada” de Copi, en adaptación de Alfredo Arias, interpretada por Marilú
Marini y Alfredo Arias. Y “La nona” de Roberto Cossa, que se puso en escena en
el teatro Lasalle de la ciudad de Buenos Aires, con un elenco fuera de serie, Pepe
Soriano, Ernesto Bianco y Carlos Carella, por nombrar algunos.
En cuanto a la música, Johann Sebastian Bach,
Ludwig van Beethoven, Richard Wagner, Mozart, y Carl Orff con su “Carmina
Burana”, en lo que concierne a clásica. Mucho de nuestro folklore: del Uruguay,
Alfredo Zitarrosa y José Carbajal; de Brasil, Chico Buarque y Maria Bethania. Del
jazz, los blues, y un intérprete que me impresiona: Tom Waits.
En estado de perplejidad entré cuando pude
ver y estar observándolo desde diferentes distancias durante cinco días, un
cuadro de Vincent Van Gogh sobre un molino, no recuerdo ahora el título, en una
muestra muy importante en el Museo de Arte de Río de Janeiro. Ahí estaban
algunas obras de los pesos pesados de la pintura, Rembrand, Picasso, Modigliani,
Portinari, Miró, Dalí, Chagal, Gauguin..., y de la escultura, Auguste Rodin. Pero
esa obra, la de Van Gogh, me consternó de tal modo que me solazaba observando
el tipo de movimiento del pincel, que era en círculos abiertos de izquierda a
derecha; fue como retrotraerme en el tiempo y estar en presencia de Vincent
cuando lo pintaba, fue una sensación muy rica y mágica a la vez, y sí, entré en
un estado de perplejidad porque no sabía qué hacer con tanta belleza, era toda
la belleza encarnada en ese cuadro y lo que me hacía sentir y dónde me llevaba.
Era una “belleza convulsa”, parafraseando a Francisco Umbral, o esa otra
belleza con toda su crueldad, que decía Artaud, no la crueldad morbosa de un
criminal y sus crímenes expuestos pornográficamente, sino la que se expone
abierta y sin artilugios ni remilgos decorativos, esa misma belleza virgen de
lo salvaje, una belleza salvaje e impiadosa a la luz de las leyes humanas, que
distan mucho con las del equilibrio de la naturaleza. Eso me sucedió, trascendió
mi observación, me hizo vivir el acto mismo de creación de Van Gogh.
7: ¿Tendrás por allí alguna situación irrisoria de la que hayas sido más o
menos protagonista y que nos quieras contar?
HPC: Sí, y bastante reciente. Fue cuando me internaron en el 2017, por una
casi septicemia que se me produjo por el linfedema crónico que tengo en las
piernas.
Me internaron en
el Hospital Balestrini del partido de La Matanza, donde vivo, con un cuadro de
coma febril agudo. Luego de varios días de internación, ya consciente, mi
pareja de entonces me refirió que cuando ingresé por guardia, el o la médica,
no sé, que me revisó al comienzo, trató de sacarme la dentadura, metiéndome la
mano en la boca y comenzó a tirar con fuerza sin éxito; entonces mi pareja le explica
que no tengo dentadura postiza, que los dientes y muelas, restando algunos, eran
los míos. Cuando terminó de contarme la escena, mi pareja y yo nos
desternillamos de risa.
8: ¿Qué te promueve la noción de
“posteridad”?
HPC: Algo que estoy seguro que no voy a alcanzar a ver o vivir más
precisamente. Me produce mucha angustia, pero a su vez un gran interrogante, y
es el cómo me recordarán, los que se acuerden de mí, obviamente. Tal vez mi
hijo y los parientes jóvenes, sobrinos y sobrinos nietos, algún amigo que me
trascienda. Alguien que habiendo leído mi obra me recuerde, mal o bien. Hace
poco tiempo recibí una nota en mi correo electrónico sobre una alumna de una
universidad de Estados Unidos, que me había mencionado en una tesis, sobre un
estudio crítico que escribí para el libro que edité en 2002, a partir de los
textos filosóficos y políticos del Marqués de Sade. Me agradó en gran medida
que un escrito mío haya servido para algo. Y lo que más me interroga es si mi
obra se acordará de mí, si es que se acuerda, por supuesto.
9: “¿La rutina te aplasta?” ¿Qué rutinas te
aplastan?
HPC: Quizá
sea una contradicción lo que digo, pero apuesto a la rutina creativa, no a la
mecánica o que se realiza por mandato propio o ajeno, salvo cuando cocino para
alguna reunión de amigos o para mí; me gusta mucho cocinar porque lo encuentro
un espacio creativo, mezclar sabores, experimentar con el antípoda dulce salado,
elaborar conservas, me resulta muy placentero.
Lo que me parece
rutinario e insoslayable porque atiende a cuestiones domésticas o necesarias
para la subsistencia, las trato de resolver no dándole demasiada importancia, y
ejecutándolas lo más rápido posible, con el afán de no invertir más tiempo de
lo que merecen. El método que utilizo para que no me fastidien, es mientras las
ejecuto, pensar en temas que me preocupan, haciendo disquisiciones,
interrogarme sobre temas filosóficos o literarios, hablando en voz alta, la
mayoría de las veces en completa soledad.
10: ¿Para
vos, “Un estilo perfecto es una
limitación perfecta”, como sostuvo el escritor y periodista español Corpus
Barga? Y siguió: “…un estilo es una
manera y un amaneramiento”.
HPC: Sí creo que es
una gran limitación, si uno está supeditado a conservarlo rigurosamente sobre
el esplendor que debe primar en el acto libérrimo de la escritura. Atenerse a
un estilo voluntariamente o impostado lo considero una desgracia, no te permite
entrar en la creación plena, con esa libertad que es la única condición que debe
primar. El estilo lo da el trabajo hecho a conciencia y sosteniendo la
motivación que te impulsa a escribir. Es una labor diaria letra por letra,
palabra por palabra, se va construyendo, por lógica que en el comienzo es
difícil reconocerlo por el lector o uno mismo, puede acarrear intertextualidades
a veces muy dañinas, y algunas otras muy felices. Pero con el andar del
crecimiento de la obra se va perfilando, pienso.
11: ¿Qué sucesos te producen mayor
indignación? ¿Cuáles te despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te
hartan instantáneamente?
HPC: Mayor
indignación, la hipocresía de la iglesia católica ante los abusos sexuales
contra niños y niñas, practicados por sujetos de la iglesia. Y ante la hambruna
del mundo. Los abusos sexuales de toda índole, el femicidio, los abusos de
poder y toda injusticia en general.
Me despiertan un grado de
violencia, la violencia ejercida contra los niños, las mujeres, contra los
animales y contra cualquier ser indefenso.
Me hartan la ignorancia
voluntaria, cuando existen los medios para anularla, y la estupidez humana; a
esto traigo a colación lo que decía Albert Einstein: “Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo; y no estoy
seguro de lo segundo”.
12: ¿Qué postal (o postales)
de tu niñez o de tu adolescencia compartirías con nosotros?
HPC:
Cabalgatas de varios días a campo abierto,
resereando con un zaino entre Buenos Aires y Entre Ríos o La Pampa, llevando
tropilla de cabestro junto a otros muchachos amigos. Disfrutaba la libertad del
viento pegándome en la cara, las charlas intrascendentes o no, hasta hacer
noche en algún bosquecillo, alrededor de un fogón entre asado, ginebra y guitarras
bien templadas.
Otra de las postales es una cabalgata de
varios días en soledad, alternando entre el campo y la playa, desde Villa Gesell
hasta Miramar. Durmiendo
bajo las estrellas, leyendo y escribiendo algo así como un pequeño diario de
viaje.
13: ¿En los universos de qué
artistas te agradaría perderte (o encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas hubieras
elegido o elegirías para que te incluyeran en cuáles de sus obras como
personaje o de algún otro modo?
HPC: En ninguno; ya tengo los míos, en parte
inexplorados, como para andar perdiéndome en alguno ajeno. Sería como ponerme
la ropa de un muerto, tratando de saber dónde están los bolsillos.
Y para la segunda, no deseo leerme como
otro, la lectura en este caso, o verme dibujado o pintado no me seduce,
perdería esa obra todo el encanto de lo desconocido. Porque en lo escrito como
en lo dibujado si soy ese mismo que soy, al mismo tiempo me desvanecería como
lector, o desaparecería como observador. Mataría al personaje de sólo leerlo u
observarlo. Sería un suicidio.
14:
El silencio, la
gravitación de los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la desolación, el
fervor, la intemperancia: ¿cómo te resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes
mencionado con algún criterio, orientación o sentido?
HPC: El silencio, imprescindible.
La gravitación de los gestos, y la
lectura del cuerpo agregaría, para la franca comunicación, insoslayable.
La oscuridad, el espejo donde miro al mío
mismo.
Las sorpresas, necesarias para devolverme
a la insoportable cotidianidad, o algo se desajustó.
La desolación, la permanencia de la duda,
un gran vacío a veces.
El fervor, una estupidez.
La intemperancia, una patología.
“A
la gravitación de los gestos, sobreviene el silencio, interrumpido por la
sorpresa del estúpido fervor, cayendo en la intemperancia. Luego la desolación
me sumerge en la oscuridad.”
15: ¿A qué artistas en
cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, el ingenio, la acrimonia, la sorna,
la causticidad… destacarías?
HPC: Eugène Ionesco,
Raúl Damonte Botana “Copi”, Francisco Gómez de Quevedo, Dalmiro Sáenz, Omar
Vignole, Oliverio Girondo, Juan Filloy.
16: ¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué
imprecisiones preferís?...
HPC: Para la primera pregunta, las que conllevan rasgos absolutos me paralizan y las descarto. En cuanto a la segunda,
las que contienen dudas: éstas ponen en funcionamiento el pensamiento, y en
crisis el conocimiento, de ellas se aprende.
17: ¿Viste que uno en ciertos casos quiere
a personas que no valora o valora poco, y que en otros casos valora a personas
que no quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?
HPC: Todo esto es producto de las expectativas que ponemos en los
demás, sin darnos cuenta ni analizar los límites que cada uno tiene al
establecer la construcción de un vínculo con el otro.
Pienso que cada vínculo crece en cantidad
y calidad a medida que se va cimentando por el conocimiento de la otra persona,
o se quiebra o rompe si lo que percibo del otro no concuerda con mis valores
humanos. Los vínculos tienen la característica, afirmaba Enrique Pichon-Riviere,
de que se establecen desde diferentes niveles del aparato síquico, lo que me da
para aventurar que puedo vincularme desde las zonas blancas, las grises o las
negras de mi siquis con la del otro. Por eso cada vínculo es diferente a otro,
no todos responden a la misma arquitectura, por eso valores y quereres van, a
veces, contrapuestos, alineados, simétricos o asimétricos. No me perturba ni entristece,
y lo resuelvo con toda la amplitud de criterio que me es posible. El error, tal
vez, es tratar de cambiar al otro en función del vínculo imaginado o fantaseado
con ese otro, ahí comienzan los conflictos.
18: ¿El mundo fue, es y será
una porquería, como aproximadamente así lo afirmara Enrique Santos Discépolo en
su tango “Cambalache”?
HPC:
El mundo es como es, en todo caso es inmundo, o
sea impuro, pero tampoco se lo puede considerar así, el mundo hecho por el ser
humano es idéntico y lleva la marca de su creador, el hombre. Que es un cúmulo
de imperfecciones, por eso existe, y respira, de lo contrario no existiría; me
llama a impostura pensar un mundo perfecto, acabado y encuadrado en leyes
inviolables, es utópico. No hablo de la naturaleza, que si quieres vive por sus
contradicciones, igual que el mundo creado por los humanos.
Considerarlo “Cambalache” remite más a
una concepción o postura política que filosófica. Es no percibir que el mundo
todo ahora sí, es parte de un “caos” y no de un “cosmos”. Uno en la antípoda
del otro, desorden absoluto, que por ser absoluto es un orden perfecto, que
equilibra por la operación de sus contradicciones contra un cosmos
perfectamente equilibrado con una movilidad basada en la especulación racional,
la antípoda vida–muerte, blanco-negro, no hay grises, y el mundo es gris.
El caos en perpetuo movimiento y el
cosmos con un movimiento previsible, de acuerdo a ciertas leyes que el hombre
tiene la intrepidez y soberbia de abordar con su enclenque aparato cognitivo de
lógica racionalista. Contra la aventura del pensamiento planteada por los
acontecimientos que le devela el caos cuando y como quiere.
Pienso que Discépolo no es la excepción,
y que muchos han podido y pueden afirmar eso, pero creo que está más remitido a
la idea de la finitud de la vida y la angustia que le provoca a todo “bípedo
implume” que transite por este “valle de lágrimas” que es la vida en este
mundo. Y necesita asirse a un código o dogma u orden para no entrar en la
desesperación de haber conceptualizado e introyectado el sentido de la finitud
de la vida. No por nada tienen tantos clientes las religiones que prometen
aviesamente y muchas veces con fines non santos, la vida después de la muerte.
19: Por
la fidelidad y entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los
tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?
HPC:
El Mahatma Ghandi, Martin Luther King, Ernesto
“Che” Guevara, Eva Duarte de Perón, Manuel Belgrano, Severino Di Giovanni, Antonio
Gramsci.
20: ¿Qué
te hace “reír a mandíbula batiente”?
HPC:
La aparición repentina de algo insospechado que
rompa con toda lógica. Lo formalmente estipulado por las normas y costumbres
sociales, quebrado en el afán de profundizar el acatamiento de su protocolo, o
sea, “ser más papista que el Papa”.
Los juegos de palabras transformando su sentido por el cambio de una letra, sus
combinaciones.
21: ¿Cómo
afrontás lo que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos
o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?
HPC: Los ideales son ideales, los veo como algo a futuro medio
difícil de sostener en el tiempo e improbables de incorporar, entran en el
terreno de lo inalcanzable y los dejo en una repisa a modo de un adorno más del
mundo que me trasciende.
Las metas las construyo, son producto muy
fuerte de mi deseo, y habiendo tomado cuenta del sitio y espacio que ocupan, consciente o inconscientemente las sostengo, tal
vez con hechos coherentes o no, pero con la certeza de que nada tienen que ver con la auto exigencia o auto imposición, sino
todo lo contrario, y es que la puesta en acto de la voluntad que las sostienen tenga identidad, respire y de alguna manera se
materialice.
Es una construcción si quieres del mí
mismo, y sus consecuencias. Esas metas que nacieron de mi deseo y mi voluntad,
siempre he tratado que sean sin plazo prefijado, sino que fluya su concreción, que
es el hito fundacional de cualquiera de ellas, y no al revés. Cuando comienzo a
construirlas sólo tengo la voluntad, pero nada más, no tengo lo construido que
es lo que deseo, necesito construirlo para que se materialice el hito
fundacional, o sea, construyo para atrás, si quieres verlo así. Es como cuando
los chamanes invocan a sus antepasados, invocan al pasado, para proyectarlo al
futuro por su intermedio en el presente, pero el acto de invocación es, en
realidad, para que se concrete en el futuro, ese futuro desde donde los
antepasados lo escuchan y no desde el pasado. Depende entonces de la fortaleza
de la voluntad que arriesgó y puso el chamán en la invocación, para que ésta se
cumpla, y traiga al futuro, y lo sublime al pasado, ahí se realiza el acto
fundacional.
22: El
amor, la contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has ido relacionando
con esos tópicos?
HPC: Con el amor, desbordado, aunque conservando cierta cautela.
Con la contemplación, adicto crónico.
Con el dinero, un desastre.
Con la religión, enemigo acérrimo.
Con la política, amante en permanente ida
y retorno al lecho de los despropósitos, a pesar de que me costó un exilio no
muy prolongado.
23: ¿A qué obras artísticas —espectáculos
coreográficos, films, esculturas, música, pinturas, literatura, propuestas
teatrales o arquitectónicas, etc.— calificarías de “insufribles”?
HPC: A todas aquellas que presumen de arte y son engendros
deplorables, comercialmente inflados, y publicitando para ir deformando y no
formando el espíritu estético del público. Tiene mucho que ver con aquello de “para contribuir a la confusión general”
de Aldo Pellegrini. O todos aquellos espectáculos, muestras, filmes, que
responden a algún fin político, y que, salvando honrosas excepciones, son
verdaderos pastiches mediocres, que me producen una gran tristeza.
24: ¿Qué calle, qué
recorrido de calles, qué pequeña zona transitada en tu infancia o en tu
adolescencia recordás con mayor nostalgia o cariño, y por qué?...
HPC: Las calles y las zonas aledañas o de la periferia de mi barrio
de Flores. Por supuesto que te estoy hablando de hace sesenta años atrás, ahora
lo desconozco, ya no es ese mi barrio. Y el porqué, se me ocurre por las
vivencias primeras de sus arboledas, sus casas que databan de la época de la
colonia prácticamente, cuando Flores era el lugar de veraneo de mucha gente que
venía desde las zonas aledañas al puerto. Ojo, esto me lo refería mi abuela, de
cuando había calles de tierra. Lo que yo conocí eran casonas que habían quedado
de aquella época, y las calles ya estaban adoquinadas, con adoquín de piedra y
de quebracho. Mis viejos nacieron y vivieron en Flores casi toda su vida. La
casa de mis abuelos paternos estaba en la calle Bogotá 3145, que siendo pibe la
pude conocer por dentro, cuando ya la familia la había vendido hacía varios
años. Esa fue una experiencia inenarrable, que llevo muy prendida en el zurdo,
porque a pesar de haberse convertido en un hotel, estaba muy poco modificada,
de acuerdo al relato de mi padre. La casa de mis abuelos maternos estaba
enfrente, así se conocieron mis viejos, esa casa ya no existía cuando conocí la
otra.
En este barrio nacieron muchas o casi
todas las facetas de mi personalidad: la política, con unos vecinos
anarquistas, otros comunistas y otros peronistas. La escritura, el dibujo, no
así la pintura, que fue más tardía en aparecer, lo mismo que la escultura en
madera y el grabado xilográfico. Ahí contraje los primeros amores, y las
primeras decepciones producto de mi introversión y timidez. También mis
primeros ataques de asma y como contradicción mi adicción al tabaco. Este barrio
me marcó para siempre, a pesar de haberme ido de mi casa a trotamundear a los
veinte años.
25: ¿Cómo
reordenarías esta serie?: “La visión, el
bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el
sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el
desajuste”. Digamos que un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar,
por ejemplo, una microficción.
HPC: “De la ceremonia de las
miniaturas, el bosque danza el sacrificio de la ciudad que se debate en el azar
de su autenticidad ante la muerte. Infringe el necesario sufrimiento a las
capitales del ocio, y su desajuste a la brevedad del pensamiento.”
26: “Donde mueren las palabras” es el
título de un filme de 1946, dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por
Enrique Muiño. ¿Dónde mueren las palabras?...
HPC:
Las palabras no mueren mientras exista un
hablante o quede un registro escrito, cuando la especie humana no exista.
Mueren las personas.
27: ¿Podés disfrutar de
obras de artistas con los que te adviertas en las antípodas ideológicas?
¿Pudiste en alguna época y ya no?
HPC: Sí, ahora y hace ya años, cuando supe separar ideología de arte.
Te doy como ejemplo a Jorge Luis Borges, Giuseppe Ungaretti, Salvatore Cuasimodo,
Ezra Pound, Pablo Picasso, Richard Wagner.
28: ¿Cómo te cae, cómo procesás la
decepción (o lo que corresponda) que te infiere la persona que te promete algo
que a vos te interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y
luego no sólo no cumple, sino que jamás alude a la promesa?
HPC: A esa persona la considero un imbécil,
soy muy estricto respecto de esto, así como lo soy para mí mismo. No voy, en un
caso así, a reclamarle su promesa, por el contrario, no aludiré al hecho en
ningún momento. Considero que la indiferencia es el mejor tratamiento del
hecho, pero a esa persona le bajo el pulgar, estimo que el vínculo está herido
de tal forma que no se puede reconstituir. Como decía mi padre, a esa persona “se le juega, pero no se le lleva…”.
29: No concerniendo al área
de lo artístico, ¿a quiénes admirás?
HPC: Napoleón Bonaparte, José de San Martín, Nikola Tesla, Mahatma Gandhi,
Martin Luther King, Srinivasa Aiyangar Ramanujan, Fidel Castro, Ernesto Guevara
de la Serna, María Eva Duarte, Rosario Vera Peñaloza.
30: ¿Tus pasiones te pertenecen o sos
de tus pasiones? Pasiones y entusiasmos.
¿Dirías que has ido consiguiendo, en general, distinguirlos y entregarte a
ellos acorde a la gravitación?
HPC: Mis pasiones me pertenecen a partir de
que mi conciencia crítica llegó a su adultez. Antes —soy honesto— intentaron
dominarme y, a veces, lo lograron, aunque siempre puse una distancia prudente
para minimizar las consecuencias.
De los entusiasmos, puedo decir que me
acompañó la cautela; tratando de no ofender la susceptibilidad de tan
distinguida dama, los pude controlar.
A unas las he distinguido después que
los otros, y siempre estuvieron relacionados a la gravitación de los acontecimientos
y sus características. Supe distinguir de los hechos su verdadera importancia,
y de los acontecimientos la incidencia que gravitaban en los actos que me
pertenecían. Hoy practico un escepticismo nocivo para algunos, pero de muy buen
resultado terapéutico para mi vida, aunque no estoy exento de grandes broncas
conmigo mismo en algún momento. Siempre he sido muy crítico de mí mismo.
31: ¿Qué artistas estimás que han
sido alabados desmesuradamente?
HPC: A los mediocres, y los hay muchos. Es
un tema de mercado editorial, hablando de literatura. Tal vez a Gabriel García
Márquez, por sus “Cien años de soledad”,
del ‘67, sin ser mediocre, aunque no deja de remedar al “Señor presidente” de Miguel Ángel Asturias, del año ‘46.
32: ¿Acordarías,
o algo así, con que es, efectivamente, “El
amor, asimétrico por naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito
lindo” de Luisa Futoransky?
HPC: Es un poema excelente, aunque no soy muy lector de Luisa
Futoransky.
Cuando te contesté otra pregunta
anterior, hablé sobre los vínculos que establecemos con el otro dentro de
nuestra misma cultura y con el otro cultural.
El amor como cualquier otro vínculo, pero
uno de los más relevantes, sino el más importante, por las connotaciones
sociales que tiene, y como individuos.
Indudablemente es asimétrico, no creo ni
conozco ningún vínculo amoroso entre dos personas que sea cien por ciento
empático. El tema no es lineal, sino fluctuante, por eso es importante ver y
comprender desde dónde nos enamoramos de alguien, qué nos enamora del otro, y
qué no. Esto redunda en el mejor conocimiento del otro como beneficio
secundario a tener muy en cuenta.
Pienso también que para que haya amor
debe haber una tensión, y esa tensión se da por la misma asimetría, o sea que
hay zonas de mayor fuerza que establece el vínculo en uno de los dos
enamorados, y de menor potencia o fuerza en el otro; esa tensión asimétrica es
la que permite una corriente de sentimientos y sensaciones que construyen y
robustecen el vínculo en lugar de debilitarlo, aunque existan aspectos
contrapuestos, éstos, creo, se equilibran justamente con el mayor grado de
voluntad por el conocimiento del otro.
33: ¿El
amanecer, la franca mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo
vespertino, la noche plena o la madrugada?
HPC: El amanecer seguido de la franca
mañana, para escribir. Es cuando tengo la cabeza limpia de cuestiones de la
mediocridad cotidiana. La noche plena para apuntar ideas y pensamientos que voy
a utilizar para escribir más adelante.
34: ¿Qué dos o tres o cuatro
“reuniones cumbres” integradas por artistas de todos los tiempos y de todas las
artes nos propondrías?
HPC: Te voy a contestar con el inicio de un poema de mi último libro,
“Relatos 3”, todavía en elaboración:
Diferencias filosóficas
Henri Cartier-Bresson discute con Zenón de Elea
Hume discrepa con Platón
Parménides está entusiasmado con Bergson
Descartes conversa con Telémaco pero discute con
Sartre
Aristarco discrepa con Goethe
Nietzsche recrea la vanidad de la obsolescencia
Jung se putea con Foucault, y Freud
se la chupa.
Y la otra
reunión cumbre que se me ocurre como fundante, sería:
Platón,
Nicolás Maquiavelo y Giuseppe Tomasi di Lampedusa, diseñando el tratado o
manual de “pensamiento, operatividad y ejecución para el gobernante perfecto”.
35: Seas
o no ajedrecista: ¿qué partida estás jugando ahora?...
HPC:
Un gambito de dama alterativo, muy complicado
pero placentero.
Cuestionario respondido a
través del correo electrónico: en las ciudades de San Justo y Buenos Aires,
distantes entre sí unos 27 kilómetros, Horacio Pérez del Cerro y Rolando Revagliatti,
1 de abril de 2020.
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