Mirada desde el ombligo
Vivió su historia mirando pasar la vida desde el centro de su propio
ombligo. Se sintió Atila y un poco lo logró, donde pisó fueron quedando
fragmentos de historias aunque la hierba igual siguió naciendo. Lo único que
supo compartir fue ese veneno fluyendo de su respiración atragantada. Todos
fueron malos desde su universo corroído, todos falsos, todos perversos, todos
traidores. Menos una, por supuesto.
La que tiene un ojo en el ombligo.
La vida la engañó, según dijera ella y pretendió extender el fraude
traspasando los límites de su propio autocastigo.
Me partía el alma ese espectro cabizbajo pululando entre las flores que aún
sin agua, sobreviven estoicas entre las dunas. Sentí pena por ese fantasma que
tras sus pasos fue sembrando acíbar, mientras caminaba hacia la iglesia donde
algún dios descolocado, habría de salar su herida purulenta
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