martes, 19 de agosto de 2025

Nilda Bernárdez-Argentina/Agosto 2025


 

EL CASAMIENTO

 

 

Juana vino con la noticia y Camilo no supo qué contestarle. Salió del paso con un _ Y… hacé lo que te parezca_ En realidad la idea de que su novia fuera a trabajar al chalet del médico del pueblo, no sabía por qué, no le gustaba. Eran unos pocos días y le pagarían bien. El trabajo se lo había conseguido la tía de ella que hacía varios años que trabajaba en esa casa.

Se casaba la única hija del doctor con un industrial italiano que estaba recorriendo el país como turista y que en Bariloche o en Cataratas, para el caso es lo mismo, en un lugar así, se habían conocido y decían que se habían enamorado.

La ceremonia se haría en la propia casa, en el parque si el tiempo acompañaba o si no en el quincho que estaban refaccionando y ampliando. Los albañiles y los pintores habían terminado los arreglos en el edificio principal y ahora venía la limpieza a fondo y el acondicionamiento para la fiesta, por lo que si querían terminar a tiempo era necesario reforzar el personal de servicio.

La tía Eugenia propuso enseguida a su sobrina, porque pensaba, que era una oportunidad para la muchacha trabajar en una casa importante como la del doctor. No podía aprender mucho en esas casas de medio pelo donde ganaba dos pesos la hora.

 

A Juana le tocó limpiar los vidrios altos de las ventanas, colgar cortinas, lustrar los artefactos de luz y controlar las lamparitas de apliques y arañas. Desde arriba de la escalera contemplaba todos los movimientos de la casa que por momentos estaban cargados de nerviosismo pero que a ella le resultaban excitantes, especialmente cuando llegaban mensajeros con cajas de todos los tamaños, envueltas en vistosos papeles, con imponentes moños y elegantes tarjetas. Regalos, regalos y más regalos.

Con fragmentos de conversaciones que oía desde la altura fue formando una visión maravillosa de la ceremonia que cada día estaba más próxima.

Cuando se animó lo suficiente, empezó a hacerle preguntas a los otros que estaban ocupados como ella, en la vorágine de los preparativos. Algunas motivaron una sonrisa en lugar de respuesta, después los ojos de asombro de la chica y el candor de sus exclamaciones superaron cualquier intención en las contestaciones. Juana estaba viviendo los preparativos como propios.

Con mucha suerte y buen ritmo, al atardecer del día anterior a la ceremonia, todo estuvo listo y brillante. Eso marcó el final de los servicios de la gente requerida temporariamente. A Juana le sorprendió la noticia, es más, no la entendió.

Cuando llegó a su casa se tiró sobre la cama y estuvo de llanto corrido hasta un día después de la boda que no vio ni hubiera podido ver porque el ingreso a la casa estaba estrictamente controlado.

Cuando finalmente pasaron tres días del acontecimiento, salió de la pieza, con una extraña sonrisa en sus labios. Finalmente, por fin atendió a Camilo que en vano, había intentado sacarla de su encierro con las más dulces palabras, amorosas promesas y ricos nugatones. Le notó un raro brillo en la mirada pero no le dio importancia, era demasiado trascendente lo que quería proponerle a su amada para estar reparando en detalles. Igualmente Juana no necesitaba que Camilo pusiera en palabras lo que ella daba por descontado.

Se sentaron en la cocina frente a frente, mesa por medio, en la que termo y yerbera esperaban al experto cebador. Al cabo de un rato de mirarse a los ojos, Juana sacó de un bolsillito de su blusa, un papel que desplegó con parcimonia. Carraspeó levemente, se hamacó un par de veces sobre las patas traseras de la silla y comenzó a leer.

Esta, dijo, es la dirección de una modista de novias de Capital; estoy haciendo la lista de regalos que tenemos que llevar al bazar Splendid. Esta es la tarjeta de una casa que te arregla todo para la luna de miel. Juana seguía y seguía con su lista.

Los ojos de Camilo abiertos al asombro fueron gradualmente cambiando su expresión hasta adquirir un cierto grado muy cercano al terror. Entonces le echó un vistazo al reloj que acompasaba desde la repisa junto a la radio y pensó que si se apuraba un poco podría alcanzar al Negro Lorenzo que salía con su camión para Río Gallegos.

 

 

3 comentarios:

LISANDRO dijo...

BRAVO!!!

Lucia dijo...

Bien!

Anónimo dijo...

👏🙌