lunes, 23 de julio de 2012

Marta Susana Díaz-Buenos Aires, Argentina/Julio de 2012


SOMBRAS NADA MÁS


Las calles del barrio forman parte de mi vida. Siempre camino  sus veredas llenas de casas multicolores, empinadas, como si no quisieran nunca mojarse los pies estando tan cerca del río.
Los adoquines irregulares las hacen parecer de una época anterior. Quizás ochenta años.
Aprovecho las horas de sol para llevar mi cuerpo a dar un paseo.
Y me divierte incomprensiblemente ir con mi sombra delante cuando el sol me empuja.  Si me encandila, la pierdo. Ahí es cuando más siento la soledad que me acompaña. Cuando mi sombra desaparece…
En la calle Caminito le di el primer beso. Por muchos años fuimos una sola sombra caminando estas calles.
A ella le encantaban los cuadros de Quinquela Martín.
Llegábamos a la Vuelta de Rocha y nos sentábamos para admirar los reflejos de los barcos multicolores en las negras aguas del Riachuelo.
Ella me contaba historias inventadas de marineros y capitanes.
De barcos cargueros y viajes por mares lejanos.
Ahora ya no está.
Pero igual voy con ella. Con mi sombra y con ella. Pero ella no proyecta sombra. Solo llena de  sombra mi alma. Y nada más.
Nos habíamos conocido en primer grado. Entonces los ojos no veían más que lápices de colores, delantales blancos y chupetines.
Cuando le confesé mi amor me contestó que siempre lo había sabido.
Y fuimos novios. Novios sin sombras.
Pero la muchachita aquella que llenaba mis noches de insomnio y mis días de felicidad partió. Sin decir nada.
La seguí esperando. No me moví del barrio. Salgo a caminar todos los días aguardando verla aparecer.
Mi sombra ya no es lo que era cuando ella se fue.
Poco a poco comencé a ver que se transformaba.
Se volvía más pequeña. Casi insignificante.
Esa no es mi sombra. Es  la sombra de otro.
Se ve encorvada. Y se mueve muy lenta.
- Tengo una sombra que arrastra los pies -  Sonrío cuando lo pienso.
Ahora es la sombra de alguien que ya no sufre. De alguien que quedó sin sentimientos.
Las calles se vuelven transparentes y mirando fijamente las negras aguas del río, veo reflejados los barcos de Quinquela.
Y en uno de esos barcos, se hunde mi sombra.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Tristísimo y hermoso. No me equivoqué cuando te puse en la lista de mis escritores vivos preferidos. Un abrazo. Marcos.

Anónimo dijo...

Martita: me dejaste asombrado con la belleza de tu cuento, tanto que me obligaste a salir de entre las sombras para contarlo.

Dario Reyes

Inés dijo...

Querida Marta, otro cuento que empaña mis ojos, y no con la niebla del Riachuelo.¡Hermoso!

Abel Espil dijo...

La redacción del nacer de la sombra junto al morir de ella , lo relatas con simples palabras llenas de música y de colores, como son los cuadros de aquel delgado y respetuoso pintor, definidor y creador de una zona como la BOCA.
Abel Espil