martes, 21 de febrero de 2017

Ascensión Reyes (Comentario libro)-Chile/Febrero de 2017



MARIO BENEDETTI.  URUGUAYO

(Paso de los Toros, 1920 - Montevideo, 2009) Escritor uruguayo. Mario Benedetti fue un destacado poeta, novelista, dramaturgo, cuentista y crítico. Junto con Juan Carlos Onetti, la figura más relevante de la literatura uruguaya de la segunda mitad del siglo XX y uno de los grandes nombres del Boom de la literatura hispanoamericana. Cultivador de todos los géneros, su obra es tan prolífica como popular; novelas suyas como La tregua (1960) o Gracias por el fuego (1965) fueron adaptadas para la gran pantalla, y diversos cantantes contribuyeron a difundir su poesía musicando sus versos.
            Mario Benedetti trabajó en múltiples oficios antes de 1945, año en que inició su actividad de periodista en La Mañana, El Diario, Tribuna Popular y el semanario Marcha, entre otros. En la obra de Mario Benedetti pueden diferenciarse al menos dos períodos marcados por sus circunstancias vitales, así como por los cambios sociales y políticos de Uruguay y el resto de América Latina. En el primero, Benedetti desarrolló una literatura realista de escasa experimentación formal, sobre el tema de la burocracia pública, a la cual él mismo pertenecía, y el espíritu pequeño-burgués que la anima.
            El gran éxito de sus libros poéticos y narrativos, desde los versos de Poemas de la oficina (1956) hasta los cuentos sobre la vida funcionarial de Montevideanos (1959), se debió al reconocimiento de los lectores en el retrato social y en la crítica, en gran medida de índole ética, que el escritor formulaba. Esta actitud tuvo como resultado un ensayo ácido y polémico: El país de la cola de paja (1960), y su consolidación literaria en dos novelas importantes: La tregua (1960), historia amorosa de fin trágico entre dos oficinistas, y Gracias por el fuego (1965), que constituye una crítica más amplia de la sociedad nacional, con la denuncia de la corrupción del periodismo como aparato de poder.
            En el segundo período de este autor, sus obras se hicieron eco de la angustia y la esperanza de amplios sectores sociales por encontrar salidas socialistas a una América Latina subyugada por represiones militares. Durante más de diez años, Mario Benedetti vivió en Cuba, Perú y España como consecuencia de esta represión. Su literatura se hizo formalmente más audaz. Escribió una novela en verso, El cumpleaños de Juan Ángel (1971), así como cuentos fantásticos como los de La muerte y otras sorpresas (1968). Trató el tema del exilio en la novela  Primavera con una esquina rota (1982) y se basó en su infancia y juventud para la novela autobiográfica La borra del café (1993).
            En su obra poética se vieron igualmente reflejadas las circunstancias políticas y vivenciales del exilio uruguayo y el regreso a casa: La casa y el ladrillo (1977), Vientos del exilio (1982), Geografías (1984) y Las soledades de Babel (1991). En teatro, Mario Benedetti denunció la institución de la tortura con Pedro y el capitán (1979), y en el ensayo comentó diversos aspectos de la literatura contemporánea en libros como Crítica cómplice (1988). Reflexionó sobre problemas culturales y políticos en El desexilio y otras conjeturas (1984), obra que recoge su labor periodística desplegada en Madrid.
            También en esos años recopiló sus numerosos relatos breves, reordenándolos, en la colección Cuentos completos (1986), que sería ampliada en 1994. Junto a la solidez de su estructura literaria, debe destacarse como rasgo esencial de los relatos de Benedetti la presencia de un elemento impalpable, no formulado explícitamente, pero que adquiere en sus textos el carácter de una potente irradiación de ondas telúricas que recorre a los protagonistas de sus historias, para ser transmitida por ellos mismos (casi sin intervención del autor, podría decirse) directamente al lector. La predilección por este género y la pericia que mostró en él, emparenta a Mario Benedetti con los grandes autores del Boom de la literatura hispanoamericana, y especialmente con los maestros del relato corto: Jorge Luis Borges y Julio Cortázar.
            En 1997 publicó la novela Andamios, de marcado signo autobiográfico, en la que da cuenta de las impresiones que siente un escritor uruguayo cuando, tras muchos años de exilio, regresa a su país. En 1998 regresó a la poesía con La vida, ese paréntesis, y en el mes de mayo del año siguiente obtuvo el VIII Premio de Poesía Iberoamericana Reina Sofía. En 1999 publicó el séptimo de sus libros de relatos, Buzón de tiempo, integrado por treinta textos. Ese mismo año vio la luz su Rincón de haikus, clara muestra de su dominio de este género poético japonés de signo minimalista, tras entrar en contacto con él años atrás gracias a Cortázar.
            En marzo de 2001 recibió el Premio Iberoamericano José Martí en reconocimiento a toda su obra; ese mismo año publicó El mundo en que respiro (poemas) y dos años más tarde presentó un nuevo libro de relatos: El porvenir de mi pasado (2003). Al año siguiente publicó Memoria y esperanza, una recopilación de poemas, reflexiones y fotografías que resumen las cavilaciones del autor sobre la juventud. También en 2004 se publicó en Argentina el libro de poemas Defensa propia.
            Ese mismo año fue investido doctor honoris causa por la Universidad de la República del Uruguay; durante la ceremonia de investidura recibió un calurosísimo homenaje de sus compatriotas. En 2005 fue galardonado con el Premio Internacional Menéndez Pelayo. Sus últimos trabajos fueron los poemarios Canciones del que no canta (2006) y Testigo de uno mismo (2008), el ensayo Vivir adrede (2007) y el drama El viaje de salida (2008).


LOS POCILLOS

            Mario Benedetti, fue genial al escribir estos trabajos que se pueden encasillar dentro del género cuento, con todos los recursos que exhibe un escritor de su talla, al presentar intrigas que tienen relación con sentimientos románticos, sin llegar a ser dulzones, más bien verdaderos dramas en donde están insertos comportamientos psicológicos fácilmente identificables en el diario vivir. En “Los Pocillos” hace gala de ello, llevando sutilmente al lector a interesarse de comienzo a fin en la historia que tiene un final imprevisto, dejándolo empeñado en darle una justificación al actuar de cada protagonista.
           
            “En su cumpleaños Mariana recibe de regalo, seis pocillos, dos rojos, dos negros y dos verdes y decide usarlos siempre taza y plato del mismo color.
            La historia comienza cuando la mujer se dispone a servir el café, pero José Claudio, su esposo, quiere fumar primero un cigarrillo. Mariana, piensa que sus ojos no parecen los de un ciego, sin embargo busca en el sofá el encendedor como lo hace un impedido.
            Alberto, su hermano, lo encuentra, pero el aparato no funciona, le sugiere botarlo, pero José Claudio le explica que el encendedor lo guarda como recuerdo de sus primeros años de romance, cuando él tenía 35 años, y el cigarro que encendió  lo fumaron a medias con Mariana.
            Ella le reprocha su poco interés de visitar al doctor, él explica la inconveniencia de hacerlo, estima que su visita no mejorará la situación de su impedimento. Mariana piensa que su carácter se reconcentró mucho desde que quedó ciego, lamentando que esta nueva faceta de su esposo los haya alejado, y en cierta forma, advierte que  él menosprecia la ayuda que ella le ofrece. Este alejamiento ha sido gradual, hasta llegar a la crueldad en términos refinados.

            Alberto, hermano de José Claudio y Mariana, la esposa del hombre ciego, comparten miradas comprometedoras. Él recuerda la noche en que tuvo que consolarla a raíz de la crueldad de su hermano y en ese instante nacieron, en su mente, sentimientos amorosos hacia ella. Aunque antes mantuvieron una relación cordial y frecuente, producto de la gran admiración que siempre sintió hacia su cuñada.
            Surge una conversación a propósito de un personaje conocido por todos, mientras la mujer recuerda todo el desarrollo de este callado  romance.
            El momento álgido del drama, se desencadena cuando Alberto se coloca detrás del sofá de Mariana, y sus manos acarician su pelo y siguen un recorrido ya conocido. La mujer toma esa mano y deposita un beso en su palma. Mientras José Claudio, los mira sin ver, y luego termina bruscamente la conversación, pidiendo a su mujer le cambie el pocillo por el de otro color.”   





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