Las naves
Me asusta el vacío
en el que a veces
me secuestro.
Congeladas las palabras
los pies se pierden a la altura de los pies,
y la piel , amarilla,
cae a montones sobre el pasto
si no riego cicatrices.
La vida no tiene mariposas de colores,
ni árboles de diana,
ni centauros a la hora de la siesta.
La vida, a veces,
acaricia con sus mieles,
su música de Chelo,
su idiotez de esperma derrochado,
su vientre de niños cantores.
Tiene oscuras pasiones, la vida.
Melodías canturreadas a solas,
insomnios como lluvias en torrente,
muertes ajenas, o cercanas,
muertes amigas,
muertes cotidianas.
También tiene hijos la vida.
Esos que llegan un día
y se instalan en tu casa - corazón,
esos que anuncian un adiós pasajero,
y te regalan una manta
para que no enfríes tus pies,
mientras esperas, en tu sillón ,
la bienvenida.
Nunca aprendí la oración
que reza la tarde.
Pero tejí laberintos
sin espera de hilos, ni Ariadna.
Y también sembré algunas flores,
para acompañar el sendero de tu huida.
No sé bien
si un destino es la mitad,
o partir,
siempre
una palabra verdadera.
Me empolvo la nariz,
dejo un hueco en la almohada,
y me voy.
Salgo de mí.
Algún día,
Ella volverá.
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