martes, 23 de agosto de 2011

Nélida Vschebor-Buenos Aires, Argentina/Agosto de 2011

EMPEDRADO


Un atardecer inclemente, un día sin sol.
Se escucha el voceo cadencioso del afilador que pasea su cansancio por el gastado empedrado.
En una esquina, bajo el alero de tejas de una bonita vivienda, apoyados en el mármol de la entrada, un puñado de muchachos agrede al afilador con palabras hirientes, mostrándose orondos ante sus compañeros, quienes festejan los exabruptos.
Resignado, él sigue su camino en silencio, con las risas y burlas pegadas a su espalda. Una arruga profunda surca su frente
De improviso, la puerta se abre con estrépito y entonces todo cambia. Un revolotear de piernas corre en distintas direcciones.
Todo vuelve a su normalidad y el afilador se aleja silbando su camino.



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