JUAN QUEBRACHO
Sabía que iba a ser campeón.
De lo que fuese.
Jugaba bien al fútbol en la
barriada donde había nacido, allá por el
38.
Mi madre, con esfuerzo me crío.
Mi padre se fue cuando nací.
Lo odié por su abandono.
En la adolescencia, supe que lo mío no
era el futbol.
Mis amigos me alentaron a
probar con el boxeo.
Con mi metro ochenta y cinco y
un buen entrenador esperaba buenos resultados.
Además, era peleador, pendenciero.
Como barra brava tenía un
buen historial.
Me anoté en un gimnasio. Conseguí
un sparring. Puse voluntad y perseverancia.
Al llegar a los 88 kilos,
entré en la categoría de los pesados.
A los veinte años conseguí mi
primera pelea en mi ciudad: Formosa.
Me eligieron por nombre: Juan
“Quebracho” Gómez.
Mis contrincantes tenían la
cara de mi padre: Y ya no me paró nadie. Les daba y les daba hasta dormirlos.
Al ganar por knockout, mi fama
empezó a crecer.
Me rapé la cabeza. Me tatué
dos calaveras a los costados, arriba de cada oreja.
Me hice poner en uno de los colmillos un
brillante. Al sonreír, irradiaba sus
luces.
Conseguía la furia de mi contrincante
y el aplauso de mis seguidores.
Y reía seguido, mostrando los
dientes.
“El superpoderoso Quebracho Gómez de la sonrisa
brillante” rezaban los anuncios.
Mi fama se fue extendiendo y conseguí encuentros
con grandes boxeadores de mi categoría en Centroamérica.
En aquellos tiempos, siempre
vencía yo. Y el perdedor: mi padre. Ese vencer y vencer devino en un descontrol de vida.
Alcohol, mujeres y amistades iban
minando mi fortuna.
Cuando comencé a perder en el
ring, empecé a perder en la vida.
Tuve que vender el brillante
para poder comer.
Si pudiera volver el tiempo
atrás, elegiría otra vida.
Soy un despojo humano. Me
cuesta pensar. A mi padre con el tiempo, lo perdoné.
Hoy, Juan “Quebracho” Gómez,
no vale una mierda.
3 comentarios:
Marta: Ya sabés, creo, que este tipo de relato es de los que más me gustan, por la crudeza y el realismo, y vos sos una maestra para el género. Me llama la atención la gran cantidad de datos precisos sobre los detalles del boxeo y sobre la vida de ese hombre, Me gustaría saber si és una historia real. Felicitaciones. Marcos.
HERMOSO
Amiga , toda una realidad, extremadamente plasmada en el poema. Mundo de hombres perdidos en los triunfos efímeros.
Abel Espil
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