El juramento de Ana
Ana
era la más chica de la familia, conformada por seis hermanas, su padre y una
tía soltera que vivía con ellos. Su mamá
había fallecido cuando ella tenía dos años.
Igualmente
la nostalgia por la madre ausente no había habitado las paredes de su cuarto ni
siquiera durante la adolescencia, ya que para Ana la hermana de su padre era la
mujer más maternal que había conocido, la queria más que al recuerdo de su
progenitora.
Tal
vez por eso cuando supo sobre el sufrimiento de su tía Matilde, juró que nunca
se enamoraría, que jamás lloraría por el desamor de un hombre, que eso de andar
lamentándose por algo tan banal como el amor de pareja no era para ella. Asi
que desde que a los dieciséis años vio a Matilde derramada entre lágrimas y sangre
junto a la bañera, después de haber intentado cortarse las venas porque su
amante de turno la dejó plantada con el bolso y los pasajes a Uruguay para irse
a vivir a Chaco junto a su familia y una novia de la juventud, Ana se miró en
el espejo empañado por su propio aliento y con una mano en el corazón prometió
no relacionarse con un mismo hombre más de dos veces en la vida. Y lo cumplió
hasta que quedó embarazada accidentalmente del amigo de un compañero de
trabajo, cuando ya pisaba los treinta y cuatro años y hasta ese entonces no
sabía lo que era el amor por un hombre , más que un poco de pasión y de
mariposas en la panza en el momento del primer feedback.
Pero
cuando nació Amadeo, Ana lo llamó a Federico para avisarle, tal como habían
quedado según la decisión de ella de no compartir su embarazo con él.
Y
fue ahí, en ese momento tan poco preciso para estas cuestiones, que Ana sintió
por primera vez en su cuerpo una sensación parecida al deseo pero desconocida,
cuando lo vio a Federico tierno, inofensivo, vulnerable, comportándose como
padre no como amante. Pensó en Matilde, pensó en aquél juramento y decidió
aguantar hasta donde pudiera sin expresar lo que sentía.
A
los pocos días su padre le comentó que
había llegado una carta para la tía, de parte de ese viejo amor por el cual
ella había intentado quitarse la vida, no sabía bien qué decía pero Matilde
tras leerla, hizo la maleta y partió quien sabe adónde, sólo dijo que no la
buscaran, que ella se comunicaría, pero que esta vez todo saldría bien.
Ana
entonces se miró al espejo, acercó sus ojos al cristal y por primera vez desde
que tenía dieciseis, sintió miedo por lo que iba a hacer…
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