Hace pocos días ha muerto un
torero
Me escribe Guillermo, mi
amigo de Argentina, y me dice Lupita,
cómo
van tus cosas, he estado viendo la corrida del domingo
y
dijeron que había muerto un torero mexicano, que fue a abrir
el
horno microondas y quedó electrocutado, qué muerte
más
absurda para alguien que fue torero…
Mi amigo Guillermo es adicto
a los toros, va a misa y también
tiene ideas un tanto
románticas: él piensa
que los toreros tienen que
morir en el ruedo
y los militares en el campo
de batalla, que la
Providencia
nos da una muerte acorde a
nuestras vidas.
Yo en cambio pienso que la
existencia es por demás absurda,
y no me extraña que un
torero muera en un accidente doméstico
y algunos militares en la
cárcel. Que en la guerra
desaparezcan tantos chavos
inocentes y que todos
tarde o temprano recibamos
las cornadas.
1 comentario:
Cementerios
Nunca me hables de la pena
ni del valor del torero.
No llames al suelo “arena”
Llámala ¡Sí! Matadero.
… La sangre manando lenta
por satisfacer al ruedo.
Llámala ¡Sí! Lenta muerte
donde el hombre es cancerbero
¡Sí! Llámala por su nombre:
Llámala ¡Su cementerio!
Como al sonar limpias, claras,
entre las risas del pueblo
cómo penetra el cuchillo
en el gaznate del cerdo,
y cuan lento se desangra
mientras chilla como un perro
y su sangre llena un cubo…
Llámalo ¡Su cementerio!
Muerte lenta, lenta muerte
Y tú maldito sirviente
No te llames marinero
si acorralas mil delfines
en tu enredado siniestro
y con palas, garfios finos,
vas desangrando recuerdos.
Pero sabe, desgraciado
sapo indigno “marinero”.
Que sus gritos de agonía
recorren todo el océano.
No, no le llames arena
donde mujeres de negro
esperan con alegría…
Llámala ¡Su cementerio!
Y tú el de hermosa figura
en su pájaro de fuego,
no te creas que tu bacín
te convierte en caballero
cuando canten que tus bombas
dirigidas desde el cielo
mataron 20 chiquillos
que nunca tendrán ya miedo.
Y a sus chabolas hundidas,
¡Llámalas su cementerio!
Y Tú Dios, Amón, Alá
¿Dónde está tu sacro infierno?
¿Dónde estás mientras se mueren?
¿Dónde estás mientras me muero?
Intentan palpar mis manos
porque mis ojos no puedo
abrir por tanta barbarie.
Puedes entrarme a matar,
que mi cerviz te la cedo,
y llevarme hasta la mar.
¡Llámala mi cementerio!
¡Jamás oirás de mi boca
una plegaria, o un credo!
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