sábado, 22 de septiembre de 2018

María Esther García López-España/Septiembre de 2018


YO ESTABA ALLÍ, EN LA FIESTA.
LOS INVITADOS
Entreabro los ojos un poco, escondido detrás de los árboles que dan sombra a un banco de la Calle La Libertad. Este lugar me pareció el más adecuado para pasar la noche.
         Caminé de un lado para otro paseando SOLEDAD. Llevo así más de una semana. Decidí quedarme unos días en Piedrasblancas, donde a la llegada me recibió el semáforo smile” con cara de RISA. Yo iba muy despacio, medio cojeando, cansado de tanto andar sin rumbo, encontré la DIVERSIÓN y la FIESTA que me saludaban con gracia, con música de GAITA, con RISAS, con BAILES, con olor a COMIDA por todos los rincones.
           A pesar de estar en fiestas en Piedrasblancas
, cuando hay comida en abundancia, no tuve demasiada SUERTE. Munchos me miraban de revés, como si fuera un apestado.
Llegó la VERBENA grande. Mucho baile y mucha gente vestida de fiesta pero, de esta noche loca poco pude sacar excepto el MIEDO a los VOLADORES. Me escondí detrás de un árbol con el MIEDO y el HAMBRE, el SUEÑO y hasta un poco de FRÍO a causa del rocío de la noche. Me dormí a sueño ciego, hasta que me despertó el camión de la basura.
        - Míralo, es el de ayer, el que estaba durmiendo en la escalera del ambulatorio -decían los barrenderos. Pero nadie se ocupaba de darme algo de comer. Nadie se preocupaba por mi situación. Por más que me empeñase en quedarme en este pueblo al amparo la fiesta, yo no tenía SOPAS en Piedrasblancas.
       Y era verdad, tenían razón los barrenderos. Era el mismo. La noche anterior, o la anterior, ya perdí la cuenta, ya casi desfallecido me dormí en aquellas escaleras frías, más que nada pensando que allí por los alrededores se ponía la juventud a hacer BOTELLÓN y podía aprovechar algo de lo que ellos tiran. Aunque comer, comen poco, nada más beben.
 Día grande, llegué hasta la calle de la Libertad. Unos mozos dormían la moña estirados en los bancos. Me enrosqué debajo de uno de los bancos, medio escondido y al calor del sol, siempre con la ESPERANZA que alguien me protegiese; con el deseo de encontrar un AMIGO en estos días de fiesta, cuando la ALEGRÍA lucha por ser la reina.
        Una pareja de GAITEROS paseaban la calle. Entraron en el bar de enfrente, donde recalaban unos cuantos
BARREDOIROS, de los que jamás se van para casa. De los que cantan y beben y hacen aspavientos hasta el amanecer. Los GAITEROS tocaron un “popurri” que bailaron aquellos locos dando saltos y cantando a voz en grito. Sudaban y bufaban atolondrados, y quitaron las camisas. Desnudos de medio cuerpo para arriba tenían el CALOR del alcohol que los quemaba por dentro.
           Una mujer salió a la ventana y les llamó la atención:
- ¿No es hora de ir para casasinvergüenzas? ¿No sabéis que hay gente durmiendo? ¿No sabéis que hay gente que trabaja todos los días, para que vosotros vagueéis, holgazanes...? Y echad a ese perro de ahí que no le vaya a dar por aullar como vosotros.
- Trabajar, trabajar ¿Y la juerga qué, paisana? Estamos de fiesta, todos de fiesta...
Y entonaron una canción:
Oigo sonar una GAITA,
Oigo sonar un TAMBOR,
Bailla la xente del pueblu
Ye la fiesta del patrón...”

        Y con la misma siguieron a los gaiteros que se fueron calle abajo, tocando la DIANA FLOREADA.
       - Vaya compañía que llevan estos pobres GAITEROS. Seguro que alguien les va a tirar un caldero de agua, barbullaba la mujer en la ventana. ¡Locos, más que locos...!
        El pueblo, después de pasar los músicos madrugadores, siguió en SILENCIO. Yo caminé tranquilo por todos lados, donde pudiera haber algo para comer, pero los basureros ya habían retirado todo y las máquinas de limpieza habían pasado por las calles para tenerlas limpias para la romería. Nadie se pensaría que esperamos las migajas que tiran los demás. Dormir una siesta, era lo único que me quedaba. Y la dormí en el prado que bordea la Plaza dEuropa. Cansado de dar vueltas y vueltas, no me costó mucho tiempo dormirme.
Me despertaron a media tarde unos niños que jugaban a correr de un lado para otro, a esconderse debajo del escenario gigante que estaba puesto a una lado de la plaza desafiando el PELIGRO que también estaba presente en la fiesta. Al poco tiempo sentí un gran estruendo y pensé volverme loco con el ruido de aquellos músicos que se habían subido al escenario. Daban gritos de locos y la música me atronaba los oídos y me hizo hasta agachar las orejas. Casi que no percibía lo que pasaba a mi alrededor.           Aquellos golpes y sonidos estridentes que salían por los altavoces parecía que me desataban el HAMBRE. De pronto sentí un grito y vi cómo se apelotonaba la gente alrededor del escenario. En un momento apareció una ambulancia pitando, pitando con aquella sirena que también me atronaba y que alimentaba todavía más las PENAS. Se me encogía el corazón. De entre aquellos hierros que había debajo del escenario sacaron un niño que se había caído por querer subirse en lo más alto. El niño lloraba y lloraba y me pareció que se había hecho daño en la boca. Lo metieron en la AMBULANCIA y otra vez: nino, nino, nino, nino…, aprisa por el medio la plaza, esquivando a la gente que tampoco se preocupaba tanto por lo que había pasado. Más bien querían saber para después aumentar y hacer milagros con los demás. El MORBO de quienes contaban el suceso exageraba todavía más la situación. El morbo también estaba presente en la fiesta.
          Nada, ¡quedó sin un diente¡¡Vaya broma! Si son unos “gamberracos”. Estaban mejor de la mano de sus padres.
         ¡Sí, sí!, de la mano de los padres. Los padres estaban todos en el bar de enfrente llenándose de SIDRA. Así está el mundo. ¡Para matarse entre los hierros! Pudo desnucarse allí...¡Qué padres! ¡Qué padres! No toman cuenta de sus hijos…
         Yo, que tenía mucha hambre me fui despacito a husmear por entre aquellos hierros, por ver si había quedado algún trozo de bocadillo de aquellos revoltosos que hacía unos minutos me habían despertado y me corrieron por la plaza. Y estaba allí tirado el bocadillo de chorizo que tan bien me olía y que el niño me lo enseñaba riéndose de mí como para provocarme ENVIDIA. Me vio cara de hambre y las ganas que tenía de comer, y no fue capaz a darme siquiera un bocado. Con aquel bocadillo que dejó el niño accidentado maté el hambre y marché paseando hacia el parque de la Libertad donde todavía seguía la fiesta y la MÚSICA. Llegué y me eché junto a un borracho que decía tonterías y roncaba de vez en cuando a causa de tanto alcohol que llevaba dentro del cuerpo. Se levantó enfadado el mocetón aquel y me dio una patada en la barriga que casi me embaza. Él se cayó a la larga y yo salí zumbando prado arriba para que no me fuesen a culpar a mí de que aquel “animal” se cayese a cuerpo muerto.
         Un grupo de gente que estaba de FARTURA en un rincón del prado, en vez de invitarme a un bocado de algo, empezaron a refunfuñar porque me vieron cara de hambre.
          -Qué asco, qué mal huele, seguro que tiene pulgas y garrapatas…
           Yo los miré mal.
            Cuando la gente está de fiesta no quiere que aparezcan por allí la MISERIA ni la POBREZA. Yo represento la SOLEDAD, el DESAMPARO, EL ABANDONO y demás calamidades del mundo.El hambre me hizo ponerme feo y lleno de miseria.
           Seguí caminado y un poco más arriba me encontré con un MENDIGO que comía con ganas de todo lo que había ganado por la fiesta. Él parece que supo pedir mejor que yo. Me miró con ojos de tristeza y me dio algo de aquello que a él le estaba gustando tanto. Me senté a su lado y se lo agradecí con unas cuantas lamidas a sus pies sucios.
        - Desde ahora seremos compañeros, me dijo aquel hombre mientras me acariciaba con delicadeza. Yo también estoy solo y abandonado. Por lo menos dormirás a cubierto y entre los dos buscaremos algo de comer. Me gusta tenerte por compañero.
      La música sonaba cercana. El oscurecer estaba llegando.
Un poco más allá una pareja, alejados de la BULLA de la fiesta, se revolcaban y enredaban sus cuerpos. El AMOR. Era el amor, que tampoco podía faltar en la fiesta. Era lo más guapo de la fiesta, el AMOR.
         Nosotros nos tumbamos juntitos y tapados con la manta que llevaba mi amigo.
         Antes di unos LADRIDOS para compartir con la noche la alegría de encontrar un compañero de viaje. La soledad es muy triste.

Es hermoso poder compartir la FIESTA con algunos invitados:

LA ESPERANZA
LA ALEGRÍA
LOS BARRENDEROS
El CALOR

 LA SOLEDAD                               LA SUERTE
                        LA RISA
LA JUERGA
 LOS BAILES        LA COMIDA
                                                             LOS BASUREROS
LA GAITA
                             LOS GAITEROS
EL TAMBOR
LA DIANA FLOREADA
EL SILENCIO    
 EL PELIGRO
 EL HAMBRE
LAS PENAS
EL MORBO
LA SIDRA                     LA MOÑA
LA ENVIDIA
LA VERBENA             
 LOS VOLADORES
 LAS CALAMIDADES
EL MIEDO
 EL SUEÑO                                                       EL FRÍO             

 LAS SOPAS
EL BOTELLÓN
LA AMBULANCIA
LA MÚSICA
 LA BULLA
LA HARTURA
EL MENDIGO
LA POBREZA
EL DESAMPARO
                   EL ABANDONO
 EL AMOR
LOS LADRIDOS

LOS AMIGOS

Mª Esther García López (Yo estaba allí, 2017)

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