DESDE ULTRATUMBA
Mi piel se
erizó de espanto al escuchar una risa lúgubre que parecía traspasar la
arrastrada niebla de la mañana. En ese momento intentaba incorporarme con mucha
dificultad después de una aparatosa caída en el barro, quedando casi acostada.
La copiosa lluvia de la noche anterior, había convertido el camino en bajada,
en un verdadero lodazal. Mis manos ocupadas con el paraguas y la cartera,
resultaban débiles soportes para sostener mi humanidad.
Ja, ja, ja,
me sonaba en los oídos, como si viniera de ultratumba. La visibilidad
mañanera era muy escasa, lo que hacía la escena más terrorífica, puesto que en
el inoportuno resbalón había ensuciado el negro atuendo que llevaba. Mi padre
había fallecido en casa hacía muy pocos días, luego de un tiempo en que su
cuerpo se extinguió lentamente por el cáncer.
Impactada por el momento vivido, lo primero que pensé, fue relacionar esta
experiencia con la trágica partida de mi progenitor, quien siempre fue muy dado
a las bromas y a reír de estas situaciones. Apenas pude pararme, debí volver a
casa. Mientras me cambiaba de ropa, pensé en la posibilidad que los difuntos
trataran de comunicarse con sus seres queridos, y que de alguna manera, él se
hubiese hecho presente para hacerme saber su actual estado.
Retomé el camino con una sensación de angustia por la asociación de tristes
recuerdos, y a la vez preocupada de no terminar de nuevo en el suelo. Lo
más apremiante era, caminar rápido, pues iba a llegar tarde a mi trabajo.
De pronto, cual no sería mi sorpresa. A la distancia vi a un grupo de rollizos
patos deambular por entre los matorrales, con sus característicos chillidos,
cua, cua, cua anunciando su presencia. Macabra confusión que motivó mi espanto
de ultratumba.
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