VOCES INTERIORES
“La voz, pequeña
arpa eólica
colocada por la
naturaleza
en la puerta de nuestro aliento”.
-El día
tocó a su fin. Fue una pesada jornada en la cual debí cumplir diferentes
diligencias destinadas a mejorar mi diario vivir.
Llegó la
hora del reposo, la meditación, el sueño. Cuando mis ojos cansados se entrecerraban
en busca del descanso reparador, se me ocurrió reunir a mi corazón y a mi razón
y enfrentarlos a mi yo, a mi alter ego: Les pregunté directamente: -¿Quién soy
yo?
El
corazón respondió: -Tú eres un ser espiritual. Reina la nobleza y la confianza
en ti porque eres leal. Me haces latir alegremente cuando realizas actos de
apoyo al prójimo.
Verdaderamente,
me sentí halagado, reconfortado por estos conceptos.
-La
razón acotó: -El corazón no te conoce. Él sólo late para mantenerte con vida.
Es su razón de ser. En cambio, yo manejo tu destino, lo programo, te conduzco
por la senda correcta, te he hecho triunfar en la vida y sentirte realizado.
Para
ponerlos en aprieto les pregunto:
-¿Recuerdan
aquella vez que invité a mi casa a un grupo de amigos muy queridos, y tú,
corazón, me sugeriste sirviera un rico “chupe de lengua”?
-Sí,
claro, como si hubiese sido hoy. Y ¿recuerdas lo que expresaron tus comensales?
-Lógico,
lo recuerdo muy bien.
-Entonces
me pediste explicaciones buscando el por qué de esa selección. Te expuse: La
lengua es el órgano más noble del cuerpo, con él te alimentas, rezas, das
gracias a Dios, bendices a tus amigos, transmites tus ideas, expresas tus sentimientos,
te comunicas con tus amistades.
-Yo
también recuerdo- expresó la razón- La ocasión en que un grupo de personas no
muy gratas concurrieron a tu hogar a
cenar. Sugerí lo mismo que el corazón, “chupe de lengua”. Los comensales salieron
satisfechos por la calidad del menú. Me preguntaste ¿por qué sugerí aquello?
Respondí:
-La lengua es el órgano más vil del cuerpo humano, con ella blasfemas, ofendes,
expresas lo más bajo de tus pensamientos, engañas, mientes. Tus antagónicos
amigos entendieron el mensaje. Hoy son mejores personas. Aún siento los
aplausos con que aprobaste nuestra decisión, dijo la razón.
-Bien,
ya que estamos “secando los trapitos al sol” pregunté:-¿Recuerdan mi estado de
ánimo cuando la pena me consumía, la tristeza se abrazaba a mi cuerpo, la
nostalgia corroía mi espíritu y pensaba que sólo el suicidio me conduciría al
precipicio de lo eterno?
-Han
sido los momentos más difíciles que he debido sortear para sacarte de ese
estado de descontrol en que caíste luego que, aquella morena de ojos verdes te
dejó de amar…¡Qué momentos más infernales aquellos!- expuso la razón- tu tonto
corazón lloró junto a ti. Ambos languidecían de dolor, sentados en las rocas de
la Avenida Perú,
en Viña del Mar.
Recuerdo
que te decía:- No llores por una mujer que te deja. Levanta cada una de estas
piedras y encontrarás diez mujeres que te sonríen. Pero tú, hombre imbécil,
cada vez más apesadumbrado, sólo querías morir…
-¿Tienes
algo que aportar, corazón majadero, ante tamaña brutalidad?
-Sí,
amiga razón. Reconozco que eres más fuerte que yo. Eres pragmática, nada te
altera, eres terca como mula. En cambio yo, en cada palpitar, siento como la
corriente sanguínea llega a mí más caliente, cuando más triste está este hombre,
y siento pena por él. Sé de muchos corazones partidos en dos, cuando las lides
del amor llevan a la separación de quienes se aman…
-¡Bueno,
bueno, ya basta! Ahora creo que me comprendo mejor. Reconozco que sin ustedes
no podría existir, los considero a ambos. Puse la cabeza en la almohada, me
dormí con la paz del hombre justo…
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