UN PACTO CON EL DIABLO
Jaime y Andrés durmieron inquietos esa
noche. A la mañana siguiente iban a tomar el bus para pasar el verano con sus
tíos en el sur.
-Es mejor que vayan al campo con sus primos a que pasen
aburriéndose acá- había dicho su madre.
- Y pueden ayudar al tío José a cosechar los choclos, los
porotos verdes, en fin, hay muchas cosas que hacer en ese lugar. Hay un río
cerca de la parcela, y este
año sembraron sandías que son exquisitas. También podrían acompañar al tío a
vender a la Feria
de San Javier. Lo van a pasar estupendo allá.
En realidad sus padres estaban
preocupados por la posibilidad que tenían de hacer “malas juntas” en
los meses de vacaciones. Había llegado al barrio un grupo de jóvenes de
aspecto descuidado, que pasaban todo el día en las plazoletas del barrio
fumando y haciendo aparentemente
nada. Algunos vecinos comentaban que de seguro eran microtraficantes, porque
disponían de dinero suficiente para comprar cigarros o cerveza, nadie sabía en qué trabajaban sus
familias y ellos no estudiaban ni trabajaban.
Los padres de Jaime y Andrés tenían un pequeño almacén en el
sector, por lo que jamás tomaban vacaciones, trabajaban de lunes a domingo
atendiendo su negocio y no tenían muchas posibilidades de supervisar a los
chicos, que estaban en plena “edad del pavo”. Así es que, cuando la tía Gloria
llamó para invitarlos a la parcela, no lo pensaron mucho y partieron raudos a
comprar pasajes, y preparar la ropa correspondiente, junto con una buena caja
de mercadería.
El tío José los fue a buscar en su
vieja camioneta a la llegada del bus, y antes de una hora ya estaban sentados y
listos para almorzar en una mesa larga instalada debajo de un parrón; los tíos
a la cabecera, a la derecha los tres primos y a ellos los acomodaron al lado
izquierdo. - Van a tener que
instalarse en la pieza con el Joche, la casa no es muy grande- dijo la tía
Gloria.
Les gustó la idea porque el Joche tenía la misma edad y
parecía simpático. Pronto hicieron muy “buenas migas” y empezaron a andar
juntos para todas partes.
Por
la mañana ayudaban al tío en el campo y después de almorzar iban hasta un
riachuelo que pasaba cerca del lugar a retozar toda la tarde. Una mañana
mientras tomaban desayuno, el tío José le pidió al Joche que fuera a la parcela del
vecino, a pedir prestada una máquina de espalda para fumigar la plantación de
tomates, que había amanecido plagada de pulgones. Acompañaron al primo y
llegaron hasta una casa fabulosa de dos pisos, con piscina, terraza y quincho,
y dos grandes vehículos en la entrada.
- ¡Guaau! Exclamó Jaime: “la media casa” y ustedes con
una casita tan humilde, si ellos también trabajan el campo.
-¡Shht!- dijo el Joche,- ya les explico.
Cuando hicieron el camino de regreso, el Joche les
confidenció que al vecino le iba muy bien en sus cosechas y era dueño de varias
parcelas más.
-Dicen que tiene un pacto con el diablo- les dijo.
Los dos hermanos quedaron mudos hasta llegar de vuelta a
la casa y no volvieron a preguntar absolutamente nada, aunque igual el asunto
les quedó dando vueltas en la cabeza, y al llegar la noche le pidieron a Joche
que les contara sobre el tema.
-Tiene que ser en una noche sin luna, puede ser en un
bosque o en alguna cueva,
porque se necesita mucha oscuridad. Ahí debes invocar al diablo en voz alta,
entonces se te aparece y te consulta que es lo que deseas. A cambio de lo que
pidas tienes que darle tu alma cuando mueras y no te puedes arrepentir. Para
asegurarse, el diablo, te entrega un contrato que debes firmar con tu sangre.
-¡Uuuh! ¿Te imaginas Andrés podríamos ser ricos? No
tendríamos que estudiar nunca más. ¿Hay alguna cueva por aquí?
-Ninguna que yo sepa- contestó Joche- pero al fondo de la
parcela hay unos eucaliptus enormes, no alcanzan a ser un bosque pero pueden
servir, hay que esperar que mengüe la luna y escabullirnos de noche hasta allá.
Después de algunos días, la luna no salió y, el trío de
muchachos se escapó por la
ventana de la habitación para dirigirse al lugar. Al llegar a los eucaliptus,
Jaime, que era el más atrevido de los tres, gritó a voz en cuello: -¡Oh
demonio, señor de las tinieblas, ángel del mal, ven a mí!
Al terminar estas palabras se produjo un resplandor
enceguecedor, los árboles aumentaron su tamaño hasta verse gigantescos,
sintieron vibrar la tierra bajo sus pies y un ruido ensordecedor los dejó
petrificados en un principio y los atemorizó a tal punto, que huyeron del lugar
corriendo desesperados hasta la casa y golpearon pidiendo a gritos auxilio; la
tía Gloria los recibió intrigada y sorprendida.
-Tía, se nos apareció el diablo allá en los eucaliptus,
hizo un ruido horrible, produjo una luz gigantesca, como llamaradas espantosas,
no veíamos nada, hay que rezar unos rosarios para que se vaya, no queremos que
nos lleve.
-¿Qué estaban haciendo a esta hora en los eucaliptus? Qué Diablo ni que ocho
cuartos, chiquillos tontos, a esta hora pasa por ahí el automotor de Chillán a
Santiago, y al salir de la curva del fundo Los Peumos, ilumina todas las
parcelas del valle y lógicamente hace mucho ruido...Ahora vayan a acostarse
inmediatamente.
-¡Ah!... Igual recen varios Padrenuestros antes de dormir,
para que José no los castigue mañana y que sueñen con los angelitos.
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