Comentario de
Irma Verolín sobre la poesía de Rolando Revagliatti, difundido el 7.6.2016 en http://espiraldesaraswati.bl o gspot.c o m.ar
Asomarse
al universo poético de Revagliatti es entender la poesía como juego, como
fanfarria del lenguaje, como un acto de desacralización y al mismo tiempo como
integración de lo diverso. Hay una cierta
actitud de subversión frente al lenguaje y el tratamiento de la materia poética
que incomoda y proporciona otro lugar. Surge lo farsesco, lo caricaturesco, lo
irreverente, lo desopilante, lo burlesco, lo paródico, lo intertextual: un
compendio de matices estéticos. Poesía con algo de fanfarria y, por
momentos, de disloque que trabaja la evidente mixtura de distintos registros
del habla. Suelen rastrearse giros pertenecientes a voces populares, así
resulta inevitable encontrar resonancias de los antipoemas de Nicanor Parra y
de la escritura de Oliverio Girondo y a su vez de Carlos de la Púa, de Gelman y de la
propuesta lingüística del autor cordobés Juan Filloy. Se percibe cierto uso de
la enumeración como recurso que da cuenta de la multiplicidad de una visión y
de un cruce en alguna que otra esquina con la tradición de voces populares en
el recorte del espectro temático y en la mirada, aunque la mirada tiene por
momentos un sesgo paródico leve. Da la sensación de que Revagliatti busca otro
lugar para el lector, de este modo el poema se presenta como pivote para
expandirse y salirse de los márgenes. Poesía transfiguradora, que impone lo
infrecuente, lo revulsivo, una poesía perturbadora que nos invita en cierto
modo al escándalo ante lo convencional e instituido.
La tradición literaria está allí y Revagliatti juega con ella, dialoga
con ella, hasta podría decirse que se divierte con ella. Poesía entonces en
diálogo con diversas corrientes literarias que establece una relación lúdica y
se permite ir y venir con soltura. Y detrás de todo hay un gesto sobresaliente,
el de un escritor que no sólo escribe sino que se reescribe a sí mismo en nuevas
ediciones de sus obras. La palabra está viva y está desnuda una vez más y es
vestida para que se desvista después. La palabra es mutación, pasible de
entradas y salidas, órgano que se reproduce a sí mismo como esos animalitos que
regeneran sus partes amputadas, la palabra en estado de percance, de
alucinación, cercana a un estallido, policromática. La palabra abarcando lo
múltiple que no deja de cambiar.
Realizando una mirada general se percibe un rasgo abarcativo que intenta
capturar lo vasto, lo amplio, lo diverso, para decirnos que el mundo explota en
su significación a cada instante. El lector se convierte de esta manera en el
cómplice de un despliegue que promete no finalizar.
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