La imaginación en tiempos de remate
No
comprendo a esta altura de la tecnología los monitores en blanco y negro. En
colores todo sería más real aunque real no es la palabra más adecuada; todo se
vería más atractivo, como en el cine. Mi jefe, que es un intelectual, dice que el
blanco y negro desarrolla la imaginación. A mi no me falta. Doce monitores tengo que
controlar, cuatro por nivel. Si no fuera por mi agudeza todo sería una rutina.
En
el primero la mayoría son mujeres, claro siempre es así excepto los fines de semana
que vienen muchos chicos. Dos jovencitas se paran frente a una vidriera mirando
los modelitos. Deben preguntarse por los precios, este lugar es de categoría y no se estila ponerlos a la
vista. Si quiere saber pase y pregunte, es un gancho para que las vendedoras o
vendedores, que han sido muy bien seleccionados por una consultora
especializada, les enchufe algún producto. Ellas están maquilladas como
estrellas de cine, usan polleras tan cortas que les puedo ver la bonbachita y escotes bien pronunciados. Muchos giles compran cosas
que no necesitan con tal de estar un rato con ellas. Los vendedores también
tienen lo suyo. Son altos, elegantes, trajeados y con el pelo bien cortito, como
perritos del barrio que pasaron por el peluquero. Ellas y ellos son una sonrisa
continua, ni se inmutan ante el No y están convencidos que el cliente volverá.
En
la puerta del local de productos regionales veo a la vendedora, la putita de
minifaldas que me tiene loco.
Un
señor con su hija entra al local de Vitamina, ni miraron la vidriera, suele
ocurrir, algunos ya vieron lo que quieren comprar y entran sin mirar.
Los
tres pendejos se pararon frente al afiche de propaganda de jeans. Está muy
bueno, cuando voy al baño yo también me paro a mirarle las tetitas a la flaca
que salta descalza con la camisa desabrochada
y los pelos al aire.
El
piso de comidas por la iluminación parece un criadero de pollos. Lo que más llama la atención son las
sombrillas. ¿Para qué? me pregunto, si no entra ni un rayito de sol en todo el
día. Creo que son parte de la confusión reinante en este lugar. Hay sombrillas
pero no hay sol, las plantas no necesitan riego y venden carísimo prendas
desteñidas, pantalones con remiendos o roturas.
Parece
mentira que gente de guita coma pizzetas,
panchos, hamburguesas y cosas por el estilo. Las dos minitas sentadas con una
birra cerca de la palmera están conversando hace dos horas. Posiblemente hablan
de los novios, de los exámenes o de lo que tienen programado comprar y después
no compran porque el vendedor les dice: ¡¡te queda esplendido, el verde te cae muy bien, el marrón es justo lo
que necesitas!! y les vende cualquier cosa.
Allí
salen el padre y la hija de Vitamina.
Ella pasa la bolsa a la otra mano, lo abraza al jovato y le encaja un chupón en la boca.
Como la pifie carajo.
Las
señoras elegantes sentadas en la mesa del
rincón conversan muy juntas. Seguro que eligieron ese lugar para hablar de los
amantes en intimidad mientras los cornudos laburan.
Dos
hombres toman café y anotan algo mientras hablan. Los hombres, en general, andan
solos o acompañados de una mina. Pocas veces se los ve en yunta. En esos casos
me los imagino delicados y amanerados, sobre todo si tienen el pelo bien
cortito o llevan pañuelo al cuello. Lo del pelo puede engañar, los milicos que
vienen de compras lo usan corto. Claro, también hay milicos que se la comen. No
pienso lo mismo de los polis, raritos no hay.
Me
encanta el sector en el que venden maquillajes, perfumes y cremas de todo tipo.
Al técnico lo apalabré y la cámara apunta a los espejos. Esta no es la mejor
estación pero en verano veo unas tetas que me dejan recaliente, eso que tengo
aire acondicionado. Alguna vez me masturbo, los monitores son en blanco y negro
pero la imaginación me supera.
La
madurita de tricota que antes se pintó los labios se pone perfume en la muñeca.
Es el que usa la vendedora de productos regionales, tiene un aroma dulzón que me
vuela los pájaros. La putita usa siempre minifalda no importa si es verano o
invierno, todo el año muestra las gambas. Hoy cuando cierre el local, justo
cuando corre las cortinas, entro de sorpresa. Antes apago el monitor del sector
para que no filme. Si se resiste le meto el bufoso en la boca y listo. Me la tiro
sobre el poncho colorado o mejor sobre el cuero de vaca.
Tengo
todo bajo control, el cabo me prometió que si algo se empioja atestigua que yo estaba
en la seccional visitando a mis ex compañeros.
1 comentario:
jajajajajajajaja ay Enrique como me hacés reir, que pensamientos turbios los tuyos jajajajaja, una imaginación que desborda y al final actúa, un humor bastante acalorado. Muy bueno !!! Beso Josefina
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