Tenía de todo…
La vida estaba de su lado, decía. Tenía todo lo que podría hacer feliz a un
“hombre”, plata, las mejores minas, autos, viajes alrededor de ese mundo donde
también hay de todo.
Hacía chasquear sus dedos con un tris que
nacía de la soberbia. En el círculo donde se desenvolvía, parecía un frasco de
miel destapado, todas las moscas se abalanzaban sobre el triunfador absoluto.
Una tarde se cruzó con una mujer que no
alcanzaba el estatus de mina, pero le atrajo de ella un par de ojazos sin
maquillaje, transparentes, que tenían un brillo especial, ese que no había
encontrado en las que siempre lo rondaban cuando sonaba su tris.
La invitó a un trago y comenzó a contarle de su suerte, ella le dijo –que afortunado.
El dibujó su sempiterna sonrisita de costado, pensando –me la gané. Charlaron
de muchas cosas, algunas lo aburrían por no estar incorporadas a su pequeño
mundo de ganador absoluto.
-Qué pensás de la guerra? Preguntó ella.
-Por mí, respondió el ganador, acá no hay
guerra.
-¿Y de la miseria? volvió a preguntar ojazos
lindos.
-No es cosa mía, mi viejo laburó siempre para
que no nos afecte, empezó con una fabriquita de morondanga y ahora ya tiene
empresas, cotiza en bolsa, viaja por el mundo, es un capo el viejo. Mi vieja
hace beneficencia y organiza desfiles de modas para los pobres que al fin si
están en la lona es porque nunca se esforzaron como mis viejos.
-A esos dale chupi y meta hacer hijos, nada
más que para eso sirven.
Ella se paró, lo miró fijo y con su sonrisa
más dulce le dijo –chau muñequito vacío, que la suerte te siga acompañando.
La vio salir del lugar –pucha, que día,
masculló entre dientes, es la primera vez que me pasa, una mina tan linda pero
tan estúpida y justo se cruza conmigo, pensó.
Pagó la consumición, salió del bar girando en
su dedo índice las llaves de su poderosa máquina de alta gama que volaba a 240 km. por hora, regalo de
papá para su cumpleaños. ¡Qué grande el viejo! Nunca me hizo faltar nada y esta
idiota que me pregunta por la miseria…
Rugió el motor, prendió el estéreo y se
escuchó en toda la cuadra “chiquipunki, chiquipunki, pun, pun, chiquipunki”
Aceleró la máquina. Por primera vez en su vida
pensó –esta puta vida que hoy se puso en contra de mí, es la primera vez que me
pasa y eso que la minita se derritió cuando me vio. Es una histérica.
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