El vals del solitario
A mi Silencio de siempre.
Al
amanecer ululan las sirenas que se pierden entre callejones antiguos. Unos
perros pretenden pelear: algo comen. El frío los une al piso húmedo azulado en
miles de arco iris aceitosos y perennes, donde gruñendo, abandonan la idea de
la violencia. Sólo los observo. Nada pienso.
El
tiempo no transcurre y me siento acogido por las caricias de mis manos. Charlo
con mi pensamiento y en momentos con él, no estoy de acuerdo. Eso me hace
sentir menos solitario.
Mi
lengua recorre unos dientes sucios y se acepta con una saliva viscosa y densa
con sabor a lo rancio del aceite. En el estómago, no nacen mis eructos.
Sonrío
al narrarme una pequeña historia. Una rata me imita y se escurre como el agua
que, en esos momentos, se empecina en ser llovizna fugándose por dentro de
frutos rojizos, entre legumbres agua-verdosas, silencio-verdosas,
abandonadas-verdosas. Olvido mi cansancio.
Me
yergo. Soy mi espectador. Danzo en trazos inefables un mambo creado entonces.
La música soy y -como cascabeles- el baile corre entre mis pasos. No hay
compañera imaginaria.
Me
abrazo y me toco. Me platico y susurro un danzón. Viéndome me exalto y felicito
por lo perfecto de mis deslizamientos. Me aplaudo mientras la lluvia sigue
siendo y unos perros se destrozan entre lo oscuro y el silencio.
Ahora
es un vals, mi rostro se inspira aristocrático y me repito en giros inconclusos
observado por el vaivén del mirar de lo negro de un gato que, como una idea,
observa discreto y tímido sacando su cabeza de entre las legumbres que ahora brillan en un verde pasado.
Un
vientecillo trae el tono olvidado de lo claro. Las formas son fantasmas que
adquieren su dimensión pausadamente. Algún gallo solitario en el canto se
delata. Me siento invadido. Se escuchan voces, choque de metales, rompimiento
de maderos, chiflidos, saludos. Me vivo descubierto y como respuesta guardo
silencio.
Mi
vista se sorprende y se recorre. Quiero más noche con sus amores encubiertos,
pero ya no es posible.
Abandono
todo movimiento, mi cabeza se piensa como un péndulo robotizado ante el dolor
que da la luz de la mañana. De mí, para mí, nace una canción triste que en mi
pensamiento bailo como títere roto, que ha equivocado de escenario.
2 comentarios:
Indigente alcohólico?
El barrio de la Merced en la ciudad capital de México?
Un compita terminando una buena borrachera?
Me agradó..... peró: ¿Quién es él?,¿Quién es Marcos Aguilar?
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