¿QUIEN
ES ULISES?
A dos
metros de distancia habló en voz alta con una desconocida, que toce con frecuencia; de un lado esta persona y del otro a miss Dothy ,vecina y directora de St.Birghit Institute, academia
de enseñanza de idioma inglés del barrio, esperando pagar servicios en un Pago
Fácil.
La
desconocida, me cuenta que
este tiempo lo pasa con su familia, pensando
solamente en comer.!!! con la comida tan cara!!! ; y que no me preocupara por
la tos, que era alergia, y ahí paso a contarme sus operaciones de los ojos y
demás enfermedades, y que era persona de riesgo, pero que estaba contenta de
estar respirando el aire en la calle. A miss Dothy, se la veía con todos sus años
encima, pero siempre en bicicleta, su figura larga su pelo cano tomado en un moño,
y a pesar de la añejez, bella, y tan
inglesa, o mejor dicho tan irlandesa..
Hay que rezar mucho, dice,
apretando un rosario en sus manos, dios nos tira de las orejas, nos hemos
alejado de él, y hay que pedir que nos perdone, la gente cada vez va menos a
misa. Pero, ahora no se puede ir a misa, miss, observó. Si,si, por
supuesto,dice avanzando unos pasos en la cola.
Yo,
apoyada en la cortina baja de ese bar cerrado, miro para adentro, me vi sentada
en esos bancos alargados de altos respaldos, tan barcito americano de esa otra
vida mía. No como el de ahora,
lugar remodelado y con otro
nombre. De a poco se va llenando de esas
presencias que se reunían allí los fines de semanas, para ir a bailar, a las
fiestas que se organizaban en el momento, para amarnos, o simplemente quedarnos
allí cuando no teníamos un mango para disfrutar otras alternativas y allí había crédito. Hay
un respirar tibio de humo de la
panchera, pucho, café y alcohol y siento mi timidez, esa extranjería que me
caracteriza, pero que ahora no daña. La mirada se da vuelta y veo las calles,
esas manzanas que testimonian amores tristes madrugadas, aunque la noche
hubiera sido gloriosa.
En
esos tiempos en la facultad, en las charlas de café, siempre se hablaba del
peligro chino, de como iban dominar el mundo cuando todos consumieran, de
cantidad de teorías conspirativas, formas de asustar siempre actuales, hacer
sentir que se está acosado por fuerzas apenas vislumbradas, siempre en las
sombras.
Nadie
se permitía creer en dios, el haber leído algunos libros no lo permitía. Pero a
esos esquivos de opinión se los podía encontrar escondidos tras un santo en la
misa de once de los domingos, traicionando a Marx.
De esa
burbuja sale miss Dothy con su dios antiguo que enojado nos tironea orejas
escandalizado de él mismo, su propia sustancia.
Me fui
de ese espacio, mientras la policía, morocha y baja con pesados botines,
controla que se cumplieran los dos
metros reglamentarios y yo mientras
navegaba hacia una plaza de añosos árboles, con su catedral verde a un costado
y su Casa de Cultura al otro, con su salón donde aquel día de encuentro
literario, atardeciendo la hora; Patricia A. nos leía aquel cuento que nos dejó
patas para arriba ;un virus que asolaba a una humanidad, cerraban y se alambraban fronteras para impedir el paso de los
desesperados huyentes de la muerte, a lugares donde la pandemia más o menos se
lograba controlar.
Lo
invisible tenía varios rostros, pacientes ya curados, al tiempo se les ponía negra la piel, y la infección
hacia nuevamente lo suyo. El mundo se resquebrajaba, mientras un anacrónico
salvesequienpueda seguía persistiendo. Y,
no quiero, no puedo recordar cómo
termina esa historia, que ella contaba caminando y expresándola con el cuerpo.
buscando eso que nos dejó expectantes, y boqui abiertos, que se remató con un
aplauso de los concurrentes, cosa que nunca sucedía.
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