El
corregidor
“Los corregidores, no son
ni buenos, ni malos…
son incorregibles”
Una
tarde de otoño paseaba por el campo, sumido en pensamientos literarios.
Comencé
a recitar en voz alta los pasajes de mi
último relato... vi un tronco seco caído, y me senté a releer las hojas mecanografiadas...
De
pronto, entre el follaje que rodeaba un robusto abedul, apareció una figura humana
portando bajo su brazo dos sillas plegables, y sin que pudiese reaccionar,
avanzó y me arrebató violentamente el manuscrito. Me levanté, retrocedí unos
pasos, y con un gesto de sorpresa, me quedé paralizado mirándolo a la cara.
El
hombre, que vestía de negro, tenía un rostro delgado, ojos excesivamente separados
y una nariz aguileña afinada; se asemejaba a un pájaro.
- Qué
me mirás! Soy tu corregidor y vine a corregir tus relatos, escritor.¡Vine a corregirte!…¡Deben
estar plagados de errores!
- ¿Quién
sos? -le dije- ¡Dame mis papeles!
- No
te doy nada, y ya te dije quién soy.
- ¡Levantate
de ahí y sentate aquí que tenemos que
trabajar!- dijo desplegando las sillas.
Pero
seguí sentado en el tronco.
-¡Sentate
aquiiií! – gritó muy fuerte señalando el asiento.
Sentí
miedo e hice lo que me pidió. La figura oscura sentada frente a mi, comenzaba a
revisar las hojas mecanografiadas.
Paralizado,
observé la voracidad y el placer diabólico con que hace su trabajo, picoteando
página tras página, los acentos, las comas, los puntos...
Se
detuvo unos instantes, y se lanzó con su lápiz rojo, sobre los monosílabos de
mis escritos. Me impresiona su sonrisa y el brillo rojizo de sus ojos.
No
atino a hacer nada, pero lo miro: Tira un picotazo, grita, se levanta de la
silla, vuelve a sentarse, y continúa su
labor corrigiendo y cambiando los pequeños términos de mi relato. Al rato se
retira, y en pocos minutos, eufórico y ruidoso, está a mi lado nuevamente.
Vuelve a alejarse y comienza a caminar, describiendo un gran círculo a mí
alrededor…
La
tarde va acercándose a la noche…y cuando el sol está por ocultarse, pasa un
hombre con un portafolio, y sorprendido por los gritos, se detiene a mirarnos.
Aprovecha una distracción de mi acosador y me pregunta por qué estoy tolerando al individuo...
-Estoy
indefenso, -le dije. Al principio sentí su ayuda, pero ahora viene sin que lo
llame, y empieza a picotearme.
El
hombre me mira y mueve la cabeza con un gesto de preocupación. Continúo:
-¿Sabe
que pasa señor, quise espantarlo para
sacármelo de encima, pero es muy fuerte y tengo miedo que pueda atacar las
zonas vitales de mis escritos. Así que preferí sacrificar las pequeñas
palabras, -le dije- porque no creo que se canse de corregir. ¡Es insaciable,
señor! ¡Insaciable!
-No amigo, no…, no se deje atormentar por este buitre.
¡Edite ya mismo sus escritos y listo!...¡Y que le vaya a corregir los monosílabos
a su abuela! Usted va a ver, editar lo suyo, será como pegarle un tiro a ese
bicharraco. ¡Quédese tranquilo!... Mire, yo tengo un amigo editor que puede
ayudarlo ¿Puede aguantar usted una hora mas?
-Y…si
no hay más remedio, espero -contesté
angustiado.
-Muy
bien -dijo el hombre, y se alejó, perdiéndose en la inmensidad del descampado.
El
corregidor, que había
escuchado el diálogo, giró violentamente sobre sus talones, corrió hasta su
auto y volvió con la misma velocidad blandiendo mi manuscrito, lo enrolló y lo
acercó a diez centímetros de mi cara…
Ahí me
di cuenta, de lo que realmente estaba ocurriendo.
-¡Tengo
tu defectuosa obra en mis manos, y también te tengo a vos, escritor!
- ¡Abrí
la boca bien grande! ¡Más grande!– gritó apuntándome con su lápiz rojo.
Lo
observo aterrado, pero hago lo que me pide. Retrocedo un paso, levanto la
cabeza y me quedo en esa posición con la boca abierta, esperando que todo
termine.
El
silencio en el lugar era aterrador. Solo se escuchaban golpes de pico desde una
cantera cercana...
El corregidor, inmóvil
me miraba a los ojos…Lo esperaba…En un acto reflejo cerré la boca, levanté la
vista y recortadas en el contraluz del ocaso,
dos figuras humanas avanzaban. Cuando estuvieron a mi lado, me
saludaron, se pararon uno detrás del otro. Los miré a la cara. El mas cercano abría
la boca en una mueca que parecía una sonrisa, el de atrás tenía los labios apretados y los
ojos rojos.
El de
adelante me estrechó amablemente su mano.
- ¿Usted
es el editor que recomendó un señor que pasó por aquí hace un rato?- pregunté
temeroso.
- Exacto,
soy el editor, y vengo a ayudarlo.
El de atrás, dio un paso a un costado, sacó un
revólver y disparó...
El
corregidor se aferró a su lápiz rojo y acercándoselo al
pecho, comenzó a desplomarse sobre la hierba en un charco de sangre...El
manuscrito que aferraba su mano se soltó…Quedé mirando la escena con la boca
muy abierta….y la fui cerrando lentamente.
-¿Que
pasó, señor? –pregunté-- ¿No iban a editar mis relatos?
-Sí, si,
editaremos sus relatos…,pero antes tendríamos que echarle un vistazo a este
manuscrito que cayó en la hierba, ¿sabe?
-Sí, está
bien -dije temblando--¿Pero el señor que disparó, quién es?
-Mi
corrector -respondió…mi corrector, que siempre está a mi lado.
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