jueves, 21 de julio de 2016

Lilia Cremer-Argentina/Julio de 2016

El cantor de tango
 
Cuando vuelvo de la escuela, tomo la leche y me voy a la puerta , me  siento en el escalón del zaguán con alguna muñeca o las figuritas que guardo dentro de un libro. Al ratito nomás empieza la música en el Club que está justo, justo enfrente de la casa de la abuela, sí de mi abuela, la Nona, porque cuando nació mi hermana, yo, que tenía seis años me puse rabiosa de celos, parecía que me había agarrado una enfermedad de celos y me quise ir a vivir con la Nona, el  Nono y mi tía soltera, porque ellos me dan todos los gustos. Yo puedo comer a las tres de la tarde el risotto frío del mediodía, sentada en el piso del corredor de madera con la olla entre las piernas.  Todos los fines de semana me hacen un vestido nuevo bordado, porque mi tía es bordadora, y  en el verano tomo  helado todas las tardes.  
La música del Club no es la que más me gusta, pero de tanto escuchar  ya me sé muchos tangos de memoria. Hay palabras que en realidad no sé qué  quieren decir, por ejemplo: percanta, amuraste, pelandruna. Mi papá se los canta todos y el vecino los silba. Lo que me encanta es el vals, ése de una “Palomita blanca”  lo canto y lo bailo hasta quedar mareada.  
Hace como  tres semanas que en el Club anuncian un baile con una orquesta y un cantor de tango muy famoso. Todo el barrio está alborotado, no hay uno solo que no quiera ir, los escucho hablar cuando voy al almacén o a la panadería.
La Chola, mi prima que ya es grande, quiere ir a la peluquería a alisarse el pelo, que lo tiene enrulado, requete enrulado como motitas, pero el tío Ernesto, su papá, le dice que para qué va a gastar plata si cuando llegue el cantor las motas le habrán vuelto y habrá gastado un montón de plata al “divino botón”. Mi tía en cambio no quiere ir porque tuvo mucho trabajo con el bordado y no se pudo hacer ningún vestido nuevo, y dice:- Yo, no voy a ir a un baile con un cantor como él, con un vestido que ya me lo vio todo el barrio…
Marta, la vecina, la del marido que silba todos los tangos, está como loca ensayando el tango con cortes…Yo al  principio me asusté cuando ella le contaba  a la Nona, pensé: ¿será peligroso un tango con cortes?, porque los compadritos usaban tanto los cuchillos en la cintura y se armaban tantas peleas…lo vi en una película en el cine Hispano de San Fernando, mi tía me lleva cuando va con el novio, bah, me tiene que llevar, si no, la Nona no la deja ir sola. Bueno ya me voy para adentro, empezaron los mosquitos, la Nona debe tener la comida lista.
Hoy estoy en la vereda jugando a la rayuela, la marqué con un pedacito de ladrillo.
Escucho la música del Club y voy saltando. Están pasando una divertida: “Por cuatro días locos” ¡Qué risa!
El frente del Club está lleno de gente, para mí que están sacando entradas para el baile de mañana. ¡Qué suerte mañana no voy a la escuela! ¡bah! no es que no me guste estudiar, pero también me gusta hacer otras cosas… ayudarle al Nono a sacar las orugas de las plantas de tomate, o tenerle el canasto a la Nona cuando corta los racimos de uva, o bajar los caquis con la caña…
¡Uy! qué tango tan triste, parece que a un lorito lo abandonaron porque dice: “Al cotorro abandonado…” y para colmo “ el perrito que no comía…” Mejor me voy para adentro, ese tango me va a hacer llorar.
Hoy es el día del baile, hay gente por todos lados, salen y entran llevando cosas, bajan mesas, sillas, cajones con bebidas, lo mismo que cuando hay un casamiento. La plazoleta está repleta, en el Club empezaron con la música temprano y pararon sólo un rato a la hora de la siesta. La abuela me dijo -Hacé una siestita porque si no te vas a quedar dormida antes de que empiece el baile, -así que todos dormimos para poder ver  lo que pasa en el Club, desde nuestra vereda. Comimos temprano unos “sanguches” de mortadela, que a mí, es el fiambre que más me gusta. La Nona no tenía ganas de ponerse a cocinar con el acontecimiento. –Por un día que comamos liviano, no nos vamos a morir… -dijo.
Sacamos las reposeras a la vereda y prendimos una espiral para ahuyentar a los mosquitos. Dejamos una cervecita al frío para la noche tarde.
El Club encandila  de tantas luces, me hacen cerrar los ojos. Todos los socios  colaboraron para pintarlo y se ve como nuevo.
Mi tía dice que le duele el estómago de los nervios, le dan ganas de cruzar y pararse en la puerta del Club para cuando llegue el cantor, pero la Nona le dijo: ¡Estás loca! una chica de su casa no hace eso. Ella cruzó a la plazoleta y se quedó sentada en un banco como una estatua.
¡Uy! llegó un colectivo raro, cómo corren los vecinos, no falta nadie, la Kuky, mi amiga, un poco más grande que yo, está con la abuela, a ella la crió la abuela, porque dicen que la madre se fue un día a una Milonga y no volvió más, no sé por qué a la gente le gusta tanto la Milonga si los atrapa  y no los deja volver a la casa. Yo cuando sea grande ni pienso ir a una Milonga porque no podría vivir sin mi familia.
¿Será el cantor? no se ve nada, tendrían que haber puesto un farol bien grande en la vereda del Club. ¡Ah! es la orquesta, están bajando los instrumentos. Ahí viene mi tía corriendo, dice que son los músicos ¡Ah! qué gracia, ¡chocolate por la noticia! ya me había dado cuenta, pero ¿y el cantor? Parece que él viene aparte, por la fama que tiene. Me estoy aburriendo…voy a buscar la soga así salto un poco.
¡Ah! Ahí sale la vecina Marta, toda emperifollada, casi no la reconozco, parece una estrella de cine. Lo que me gustaría verla bailar los tangos con cortes…y Jacinto el marido, el que silba, tiene un traje como de casamiento, ¡ah! se puso un pañuelo grande en el bolsillo del saco ¿estará resfriado? ¡humm! desde acá se siente el perfume  Citrus  que se pusieron…
¡Ah! mi tía se cruzó de nuevo, -¡Qué engrupidos! -le dijo a la Nona-, casi ni saludaron la Marta y el Jacinto.
¡Cómo tarda el cantor! Ya le pregunté como diez veces a la Nona ¿cuándo viene el cantor? , tengo sueño… -Te dije que hicieras la siesta…me voy a buscar la pañoleta que está refrescando, vení  ponete el saquito.
-No, no tengo frío, -yo en realidad no quiero taparme el lindo vestido que me puse: el de plumetí rosa con cintitas de seda.
¡Ahora sí!, llegó un auto enorme, negro brillante, los curiosos de la puerta del Club que son como mil, corrieron  de nuevo, el auto ni se ve ahora, me paro en la silla, ¡ah! Nona le veo el jopo…y la corbata rayada bien gruesa… ¡cómo lo están apretando pobre hombre!, hasta pusieron un policía para que no le arruguen el traje…
¡Lo veo Nona, lo veo, es el que vi en la película! Por suerte le ayudaron a entrar al Club, parecía que los vecinos lo querían atrapar y llevárselo a la casa.
¡Ah! cerraron las persianas …ahora ya no podemos ver para adentro, bueno pero podemos escuchar. ¡Qué griterío y cómo aplauden! Yo no sé por qué no lo dejan cantar tranquilo…¡Ah! Este tango me lo sé, es de una chica que nació con el pelo mota como mi prima Chola. Ella al final fue al baile pero no se alisó las motas en la peluquería, le hizo caso al padre. La hermana le envolvió la cabeza con el pelo bien, bien mojado y con gomina, se lo re estiró y le puso  un pañuelo  apretado, durmió así toda la noche y se lo sacó antes de ir al Club, ella estaba contenta, pero las hermanas tenían que taparse la boca, de la risa que les daba.
¡Uy! se volvieron todos locos, me había quedado dormida a upa del Nono. Este tango es el que más gusta, mi tía dice que es dedicado a la Porota y su marido Raúl, porque son dos “pitucos”.
¡Ah! cómo me quedé dormida anoche, no pude ver cuando salían todos del baile.
Hoy, cuando fui a comprar el pan, seguían hablando  de lo mismo. El más chico de los Salas decía: A mí me tocó la cabeza…
Don Juan el sastre: a mí me dio la mano…
Pirucha, la peluquera casi llorando contaba: a mí me saludó ¿cómo está la buena moza?
Miguelito, el canillita contó que le preguntó: ¿cómo va la venta pibe?, que para mí es mentira. Yo, entonces les dije: ¿saben que yo lo vi, bien, pero bien de cerquita? y le pregunté: ¿cómo está don Alberto? Y él me miró, me alzó, me dio un beso y me dijo: ¿qué querés que te cante linda?
Y…sí, dije una mentirita, pero podría ser verdad, total ninguno de ellos le puede ir a preguntar a Alberto Castillo, porque él nunca está en la casa, se la pasa recorriendo sus cien barrios porteños.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buen texto; gran calidad narrativa.

Josefina dijo...

Lilia!!!!!! que bueno tu cuento !! me encantó!!!, tan bien relatado y la picardía final de la niñez, genial. Felicitaciones

beso Josefina Fidalgo