De
Venecia
Detrás
de la neblina
se
escondía.
En
el puente de los suspiros
lo
encontraba,
al
fantasma de los pobres,
condenados
para siempre.
Yo
veía sus manos vacías,
apoyadas
en las rejas.
Sus
lágrimas derramarse
a
través de ellas.
El
agua no es laguna,
es
llanto condenado
que
inunda la ciudad.
¿Por
qué?
Tanto
dolor escrito
en
las paredes grises.
Allí
dejaron sus marcas
profundas
angustias.
Que
duelen, se perciben,
Existen.
Adiós
Venecia.
Adiós
suspiros.
Adiós
ghetto.
Volveré.
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