La Transparente Edad
Para el resto de la gente son invisibles.
En la calle, en el colectivo,
o en cualquier lado, pareciera que no existen.
Se visten de mil colores, o van desnudos, da lo mismo,
nadie los ve.
Ellos han traspasado el espejo, sin romperlo aún, y llegan
con el paso tambaleante y los ojos fijos,
como buscando
lo que han dejado de su última imagen.
Hacen tonterías antes no permitidas:
tocan los timbres de otras casas y se dan a la fuga,
o roban algún turrón del supermercado y buscan riendo
la mirada cómplice a la inocente travesura.
Pero como ya se dijo, nadie los ve.
Apenas si entre ellos se reconocen, y cuando se hablan
es solo para preguntar:
¿Quién de nosotros, hoy rompió su espejo?
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