Anillos
Se miraron de reojo con sus párpados
cansados. Se miraron a la distancia, en el presente, y quizá en el porvenir
cercano. Esos ojos volvieron hacia el jardín florecido y una sonrisa, adornada
por el delta de sus mejillas tranquilas, desfiló un instante. Se miraron de
nuevo. Se miraron sentados en sus reposeras de madera de mimbre. Movieron sus
manos con sendos anillos brillantes y recordaron la escena. Recordaron también
la primera vez que él buscó su boca y la mordió con furia, cuando tocó sus
pechos sensibles y la dejó creer en su necesidad. Se miraron de reojo y nuevamente
aceptaron que todo lo sentido fue mucho antes del beso y de las manos. Fue
cuando los dos se dieron cuenta de que habían puesto sus ojos en el mismo punto
de partida.
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