LA ESCALERA
Germán - apodado "El
Irlandés - con su violín debajo del brazo pasaba por el kiosco de Rosa, en
Bahía Blanca y Habana, veía apoyada la escalera sobre el costado derecho.
Lo primero que pensó , fue que ya
era hora de cambiarle la cara a este pequeño y fructífero negocio.
Claro que no había ningún signo
de tachos de pintura.
No siempre , pensó para si mismo,
se empieza por pintar. Necesitaba el frente del pequeño local que rasparan,
retirando varias manos de pintura pasadas, como así también carteles
de diversas publicidades.
En el transcurso de los días que
pasaba --rumbo a su clase a pocas cuadras del lugar---lo único que
siempre estaba apoyado sobre la pared y en el mismo lugar --sola--era la
escalera.
Se propuso comenzar a observarla
con detenimiento.
La miraba y descubrió que no
tenía una sola mancha.
Al continuo caminar de todos los
días ,observó que estaba siempre en el mismo lugar.
Impasible.Serena. ¿Esperaba acaso
a su dueño?
Pasó el invierno, el verano, el
otoño, y al llegar la primavera, el irlandés supuso que ya era época de usarla.
Era de muchos escalones.
Aún más: una tarde que regresaba
con tiempo de su clase de violín , se detuvo a contarlos.
Tenía 42 escalones. Comenzaba en
uno grande y terminaba en uno bastante menor.
Se durmió, en su pequeña cama de
pensión, pensando en ella.
¿Seguiría sola?
¿ De quién era?
La noche de ese día de Octubre,
fue tempestuosa. Los compañeros de pensión , en el desayuno hablaban de que
habían padecido un tornado. Los muchachos que habían nacido en el campo y
tenían sus oídos entrenados para los ruidos como para los silencios, llegaron a
decir que el granizo golpeó muchos techos vecinos de chapa . Además, era muy
probable que alguien que dormía en la calle hubiera fallecido.
El irlandés ,no esperó más.
Raudamente fue en busca de ella..
Al llegar al kiosko de Rosa, la
vio .
Apoyada sobre la pared.
Se acercó , previamente la
acarició.
Su pierna derecha montó el largo
primer escalón.
Comenzó a subir uno por uno.
Una pequeña y suave briza ,
acarició su rostro. No se detuvo, continuó subiendo. Pasaron días , semanas,
años y el irlandés no detenía su escalada.
Miró hacia abajo y no vio nada.
Sus piernas estaban apoyadas en
la nada.Tocó su cuerpo y descubrió que era todo de madera , limpia y dura.
11 de Abril de 2012
3 comentarios:
Muy bueno Abel y siempre en algun renglon me recordas al barrio Lia
Abel:
¡Qué escalera misteriosa!
Y subiendo escalón por escalón salió este cuento que te deja pensando...
¡Muy bueno!
que escalera especial....sera la que tendremos que ascender para llegar al cielo ...quizas tu personaje fue victima del tornado....o es solo deseos de aspirar a lograr lo inalcanzable....
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