Breve
historia de soñados sueños
Cuando los
hombres descubrieron el fuego, no supieron, hasta mucho tiempo después del
hallazgo, que podían soñar.
Tampoco
sabían qué era soñar, se dieron cuenta que, durante las reuniones nocturnas
alrededor del fuego, luego de compartir el calor y la luz y, ciertamente por la
influencia de ello, quedaban fuera de la realidad.
Todo lo que
sucedía era ajeno a su vida cotidiana, al despertar, no recordaban qué y cuánto
habían experimentado en esas extrañas circunstancias.
No todos
soñaban, los ancianos bajaban sus cabezas, cerraban los ojos y se perdían en la
oscuridad precursora de la muerte.
Los jóvenes
esperaban que los viejos se durmieran e
iniciaban un cortejo sigiloso con las muchachas asistentes a la reunión. Así,
entre el fuego central y los fuegos amorosos, derrochaban sus energías, caían
dormidos pero no soñaban, tal como los viejos.
Los niños,
como siempre ocurre, eran vencidos por la inconsciencia de dormir cuando la
lumbre era ceniza. Ellos penetraban en los espacios que no ocupaban los
mayores, intercambiaban sueños, viajaban por espacios desconocidos hasta que
llegaban a un círculo y se ubicaban dentro de él. No tanto por saber si no por
intuir, concluyeron que habían llegado al sueño del amo de los sueños de los hombres.
Allí
conocieron a la imaginación, a la creatividad, al Señor del ingenio,
descubrieron al descubrimiento, quedaron extasiados con las tecnologías que no
comprendieron porque aun no estaban en condiciones de hacerlo.
Algunos
utilizaron esas relaciones para dejar de
soñar, despertaron y pusieron manos a las obras.
No todos
pudieron vivir en armonía después de despertar. Cada uno interpretó sus sueños,
surgieron los enfrentamientos, se diversificaron las lenguas, fue trabajoso
entenderse, a menudo, imposible.
Pero como
soñar no cuesta nada y rinde sus frutos, muchos de aquellos niños, ya hombres,
continuaron soñando con los sueños de otros hombres. Por ejemplo: Don Isaac,
debajo del manzano, ovillaba y desovillaba sus sesos tratando de saber por qué
las cosas caen para abajo y no hacia arriba. Resultado: todo cae al suelo por
efecto de la gravedad, palabra que el soñador soñó para explicar algo
inexplicable.
El señor
Arquímedes tuvo que someterse a un reconfortable baño de inmersión para
explicarse la razón por la cual objetos pesados como un barco, flotaban sobre
las aguas como lo hacía una pluma. Cuando lo logró, su grito triunfal,
“EUREKA!” todavía suena y resuena en los
sueños de los sueños de los hoy conocidos como científicos, delirantes o locos
lindos.
Muchos
sueños han quedado en el espacio de lo desconocido, en estado latente.
Se sabe que
los hombres son soñadores incorregibles, que continuarán traspasándolo, a veces
para bien, otras para complicarnos la vida.
Sí, la vida
es sueño. ¡En hora buena!
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