PACTO
Pasó el tiempo, sus vidas y tomaron caminos
diferentes. Al finalizar la escuela primaria dos amigos pactaron una prueba de
hombría…
Uno de ellos expuso su brazo sobre el fuego de
la chimenea y vio que se transformaba en metal.
-¡Qué extraño! ¿No tendría que convertirse en
rama quemada y luego en ceniza? Estaba asombrado, confundido.
Fue a consultar a su médico del hospital.
Mientras caminaba por los pasillos, el resto de los internados lo miraban con
indiferencia.
Cuando el médico vio su brazo, le dijo:
-¿Qué hiciste Gustavo? ¿Tuviste un accidente?
-¡No!, se convirtió en metal. ¿No es
maravilloso?
-¿Metal? ¿Qué estás diciendo? Está como un
tronco quemado, respondió Santiago.
-¡No!, no es cierto, dijo Gustavo.
-¿Por qué hiciste eso?
-¿No te acordás del pacto, Santiago?, dijo,
riéndose histéricamente.
-¿Qué pacto, Gustavo? ¡Qué pacto! Una furia
devastadora, nacida de la impotencia, hizo presa de Santiago.
Sin dejar de reír, Gustavo hizo un gesto de resignación. Se dirigió
hacia la puerta y dijo:
-¿No te acordás de nada? ¡Vos sí que estás
loco! Mientras su carcajada retumbaba por todo el edificio, arrojó sobre el
escritorio de Santiago un papel arrugado.
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