Yo te quería como se aman
las semillas invisibles de las cosas,
y te esperaba como si
existieras.
Y me
rendía a todas tus desapariciones,
a las
fugas orgullosas de tu nombre dolido de ser serpiente en mi boca.
Yo te insultaba cuando disparabas como novedad
tu silencio
sobre
las sábanas dinamitadas escondidas en mi mitad.
En mi
otro centro incendiabas cada grieta nueva
como
un escalón hacia tu rescate.
Yo te
pedía permiso para cegarte de trompadas tiernas,
y ser
tu rueda errante del corazón al sexo, ida y vuelta.
Y
disfrazarme de rayo al perseguir tu maquillaje de nadie.
Y ser
muda en todos tus alambres.
En
una esquina del ring mi piel sonaba a muñeca rota,
la campana daba muerte en primer round a un sol torcido y marginal.
Vos princesa traicionabas la inercia del banquito
opuesto a mi escondite.
Ofreciéndome tú sombra para que me inmolara las venas.
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