(para rebatir de una vez una teoría de superstición
popular)
Hay un lugar común que a fuerza de repetirse,
parece
resultar admisible, y descabelladamente
sensato: la idea
extendida de que el mosquito vuela
insidiosamente
sobre nuestro oído, provocándonos angustia
indecible,
además de una cantidad absurda de aspavientos
quijotescos propinados en el vacío de la
oscuridad.
Dándole vueltas al asunto, llegué a la
formidable
conclusión que sigue: es indiscutible que el
porfiado
insecto, de género femenino a la hora de ser
precisos,
sobrevuela nuestra entera humanidad emitiendo
su fatal zumbido. Seres organizados en
nuestros cinco
sentidos al fin, la única posibilidad de
escuchar
el despreciado y tan temido acecho nocturno,
se produce a través de nuestro oído, ya que
hasta
ahora es desconocida la propiedad anatómica
de escuchar
con el talón, los glúteos, el omóplato o el
codo.
Espero sea ésta una contribución científica
de magnitud, o que al menos aminore la gran
pregunta
que nadie se ha contestado hasta hoy,
padeciendo
además de incruento insomnio, la sensación de
víctima
estaqueada en la noche bajo el signo de la
saña enemiga.
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