La compra de Sofía
Ese día
Sofía había decidido comprar un adorno bello y llamativo que hiciera sentir con
su presencia en la antesala de su apartamento un lugar armonioso por su
estilizada forma y sus colores...
Y esa tarde,
ella, comenzó a recorrer la calle principal del barrio buscando un negocio de
antigüedades, hasta que uno de ellos, le llamó su atención, un hombre que
estaba acomodando en la vidriera diversos objetos de bellos formas ubicándolos
de una manera especial para así lograr la atención de la gente.
Los ojos de
Sofía, recorrían cada objeto, sin sentir atracción por alguno de ellos, hasta
que se detuvieron en una caja precintada apoyada sobre la pared y que el hombre
cada tanto la miraba, dando la impresión que no hallaba el lugar donde ubicarlo,
así que dio por terminado su trabajo y
se dirigió hacia el interior del negocio llevándose con él la misteriosa caja.
Sofía, que
había seguido los movimientos del hombre decidió entrar, es que en ella se
había despertado en su mente, la curiosidad de saber que contenía la caja.
El dueño que
había observado como ella se quedó mirando como ubicaba la mercadería, se
acercó y le preguntó...¿Ha algo en la vidriera que es de su agrado?...¿Se
decidió por alguno de ellos?...
_Todavía no
_dijo Sofía _¿Sería tan amable de mostrarme que hay en esa caja?...
_¿Cómo no?
dijo él _Mientras acercaba la caja frente a él que, con suma tranquilidad quitó
los precintos, separó la tapa e introdujo su mano lentamente, retirándola de la
misma manera dejando al descubierto el objeto que lo colocó frente a ella.
Sofia no pudo contener una exclamación de sorpresa, lo que tenía en frente de
ella era un florero de forma estilizada pintada de un azul brillante con
pequeñas estrellitas plateadas que el reflejo de la luz las hacían brillar.
Por un
momento los dos cruzaron sus miradas, él esperando una reacción de ella que
hacia lo posible por aclarar su voz, para que con euforia… “lo compro”…
El hombre
aprovechando su excitación acomodó en su rostro una sonrisa y dijo: _¡Sabes!
Haz hecho una buena compra, este florero o jarrón antiguo, es valioso, no solo
luce un color maravilloso, sino que lleva con el una maravillosa leyenda… si tú
lo permites te lo contaré…
Sofía, asintió la propuesta con un movimiento
de cabeza. El hombre sorprendido por la respuesta, ya que no la esperaba, trató
de disimular su fastidio, respiro hondamente tres veces, tratando de hacer
tiempo para buscar en su mente, la manera de relatar una leyenda inexistente y
que con palabras espaciadas comienza a relatar de esta manera…
… “Hace
mucho tiempo… en un pueblo ubicado en el norte del país… cuyos habitantes eran
aborígenes…”
_ Por un
momento callo su voz, luego comenzó el relato con entusiasmo dándole color,
uniendo las palabras con más seguridad.
… “Estos
aborígenes eran cazadores y rendían culto a la tierra, ya que ella con su
fertilidad, hacia que sus cosechas de trigo fuesen abundantes y que el
algarrobo dieran abundantes vainas cuyas semillas eran su alimento preferido.
Los ancianos decían que el gran Padre, los había bendecido. El algarrobo crecía
cerca de un río extraño, donde sus aguas se movían lentamente debido al espeso
barro de un color rojizo.
Cierto día
un grupo de aborígenes fueron al lugar como siempre para cosechar las vainas de
los árboles, al llegar cerca del río vieron a un hombre desnudo de piel rojiza,
que con sus manos retiraban el barro rojizo depositándolo al borde de la
orilla, luego se sentó al lado del barro y comenzó a amasarlo hasta formar una
masa compacta tratando de darle una forma.
Tan inmerso
estaba en su creación que no advirtió, que era observado por los aborígenes que
respetaban su aislamiento, y que con sumo cuidado tratando de no hacer ruido
retomaron el camino, cruzando el río perdiéndose en el espeso ramaje del
bosque, donde recogieron las vainas que acomodaron en sus cestos hasta verlos
repletos.
Ellos,
contentos por su cosecha, decidieron volver a la aldea, además el cielo
amenazaba tormenta y como debieron cruzar el río antes de que se desbordara lo
hicieron rápidamente. Tomando otro sendero para no molestar al hombre de piel
rojiza.
Esa noche,
mientras separaban las semillas, comenzó a llover torrencialmente, el temporal
desataba su furia contenida, haciendo que las aguas de los ríos salieran de su
cauce inundando parte de la zona.
La tormenta
amainó el amanecer el sol se presentó con su luz radiante, los aborígenes se
habían reunido para seguir separando las semillas de la vaina, uno de ellos
recordando al extraño hombre de piel rojiza y pidió a sus compañeros ir al
lugar donde él estaba para ofrecerle ayuda en caso de que lo necesitaran no
tardaron en llegar al lugar el hombre no estaba, pero si descubrieron que en su
lugar apoyado contra un tronco un jarrón rojizo que seguramente el con sus
manos lo había moldeado.
Por un
momento el asombro de ellos se transformó en silencio, hasta que un aborigen
que se había acercado a la orilla los alarmó con sus entrecortaos gritos_:
!Miren el barro hace burbujas¡ Todos pensaron lo peor así que comenzaron a
hundir sus manos, buscando el cuerpo del hombre, pero todo en vano, allí, no
había nada.
Ante el
fracaso de la búsqueda, regresaron llevándose el jarrón, lo pintaron de azul
salpicándole estrellitas plateadas, ubicándolo en un lugar privilegiado donde
el sol hacía que su color se resalte hasta segar los ojos, además en su
interior colocaron varias vainas de algarrobo.
Por muchos
años se contó la leyenda, se dice, que una vez al año, se ve en el barro rojo
subir las burbujas."
El hombre
calló su voz, respiró hondamente, sus ojos, recorrieron el rostro el rostro de
Sofía esperando que le leyenda le hubiese fascinado esto significaba para él
una venta segura. y así fue, Sofía pidió que envolviera la caja, pagó su valor
y agradeció al hombre su atención y se retiró del negocio convencida de que llevaba
con ella un objeto de valor.
El dueño la
siguió con su mirada hasta perder su figura, en su rostro se dibujaba una
sonrisa de satisfacción, no solo por el relato inventado sino por la venta
realizada.
Tanto era su
alegría que no pudo controlar su ego, porque desafiando al eco del negocio con
voz alterada, se dijo- !Caray¡... Por fin me saque de encima ese horrible
jarrón...
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