Cómo llegar a viejo (y no morir en el intento)
Si usted quiere llegar a viejo, y sin achaques, olvídese de los años, los
almanaques y los relojes. Si además quiere llegar lúcido, potente y con la
menor cantidad de arrugas debe olvidarse de los hábitos, los vicios, las
cuentas bancarias, los sobrinos, los réferis de fútbol, las novias embusteras,
las esposas embusteras, las suegras embusteras, las patentes, los impuestos,
los problemas familiares, los chantajes, el estrés, las obras de caridad, los
asaltos a los bancos, las peregrinaciones a Luján, la depresión, los
chocolates, y las ganas de ser estrella de rock. Con todas estas privaciones
usted se preguntará: “¿pero acaso tengo que irme a vivir a las montañas?”.
Y si, es probable. Pero...fíjese que no es la única fórmula para llegar a viejo
(y no morir en el intento): Existe un preparado mágico que puede ser infalible.
Usted, como todo el mundo, seguramente tendrá en la vida alguna cruz que
llevar, alguna…“mala leche” si se quiere. Cambie cada mañana esa mala leche por
otro sachet de leche entera y fresca, fresca de vida, de sueños, de proyectos
renovados, de "sana" locura.
Viértala en un recipiente y déjela reposar. Si usted llegó al matrimonio
seguramente le habrán revoleado arroz por la cabeza como lo indica la
tradición. Fíjese si no le queda algún granito escondido todavía. Vamos…
¡fíjese! Meta la mano en el bolsillo de su pantalón o del saco. ¿No hay nada?
Bueno, fíjese bajo la solapa o entre las medias, o incluso dentro de los
zapatos. Si no, busque entre los calzoncillos, quizás le haya quedado alguno
agazapado por ahí. No crea que le estoy tomando el pelo. Apele un poco a la
fantasía, que en ocasiones, es muy oportuna. Imagine si alguno de esos granitos
rebeldes provienen de manos de su suegra o cuñada solterona – baluartes
indiscutidos de la cizañería humana – eso significaría para usted una
catástrofe de por vida. Invierta el carácter de esos granitos. Véalos como los
mensajeros de buenos augurios. Trate de recoger todos los que pueda, y si le
parecen pocos, vaya corriendo a buscar más. Si los que cosechó ya están viejos
y resecos, renuévelos por otros, de esos que hay ahora, dobles y que no se
pegan. Ponga todo el arroz junto con la leche y nuevamente, deje reposar.
Cueza ambos elementos a fuego lento, sin apuro. No debe usar fuego máximo,
porque se le puede arrebatar el preparado. Su crecimiento en la vida debe ser
en calma. Recuerde: todo lo excesivo y apresurado arrebata cualquier cosa.
Cuando rompa el hervor apague el fuego, señal que el arroz está a punto.
Imagine entonces haber logrado alguna meta, una de las tantas que se habrá
propuesto en su vida. Para que no le parezca un mero logro, insulso y sin
colorido, agréguele esencia de vainilla. Ella le pondrá sabor a su meta, le dará
placer, la reactivará y le posibilitará un mejor desarrollo. Revuelva para que
la esencia no quede en la superficie, que se entremezcle bien con todo el
preparado, hasta el fondo.
Todos sabemos que el arroz con leche es un postre riquísimo, es un deleite
de multitudes. La senectud es el “postre de la vida” y como tal, debe servirse
en la mejor de las fuentes y sobre la mejor de las mesas. No convierta sus años
póstumos en un trago amargo. Transfórmelos en un apetitoso arroz con leche.
"Como llegar a viejo", Entre
vivencias y visiones, 2da. edición, Sabor artístico, 2013, pág 45.
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