Mi toro negro
con cuanto susurro me abandono
destejiendo mi toro a toro por si cuenta
si voy a perseguir sus pasos y su gruño
sin olvidar su apariencia
tan presente su espuma de nervios
y el toro que me abruma y me retiene
si voy a recuperarlo por los bordes
no olvidaré su intolerancia
su desatada vanidad por la tierra
si recorriera el negro pelaje de su tino
el franco mirar de su negrura
su negra epidermis negra negra
iré al desecho con el toro que me abraza
a Hernández mi Miguel que me contenga
a los cuernos de mi toro
su última topada su hierro
toro vil que tanto quiero
espero que tu cornada final sea tan cruel y presta
que me halle
que me postergue
en un arenal sin vueltas
Mi homenaje a Carlos de la Púa nacido en La Plata el 10 de enero de 1898 y fallecido en
Buenos Aires en mayo de 1955.
Juan Disante
PIANTÁTE
Quien no esté viviendo los balurdos constipados de este
Buenos Aires, no puede saber donde están las tres musas del bardeo.
En este imperio de chambones de todo tipo, donde cualquier
tuerto es rey, la lucha la emprenden con requechos de verseríos rosqueros y
mucho batifondo para engrupir,
y después intentan rajarse de la canusa entreverada de
sus rechifles.
Quieren bagayear todas las buenas maneras de bancarnos.
Todos los puntos andan enculados y el cabroneo se instaló en
la aldea,
las minas se empilchan y te dejan amurado en la vía,
los gorutas apiolados relojean de costado al prójimo, viendo
en cada cusifai a un gil a cuadro.
Los enchufados se quedaron sin enchufe
y los ranfañosos de la papa no la reparten más.
La trenza y el bagayeo.
el diego y el biyuyeo.
A los consagrados nadie los campanea ni le pasan bola,
al iniciado que sale entalcado a la calle, lo embrocan como
a enyetado.
El apurado por la ranchada, se estrella como matungo
empastado,
los guevones del humo se cascotean y los embanderados se
amanceban con el escabio.
Los pungas se embolsan el paco y se hacen el chancho rengo,
el gordo sigue persiguiendo la mosqueta y el flaco se
jabonea de los ortibas.
¿Querés que te diga Muñoz?
Si la matufia te melonea, abríte de gambas. La fulería nos
abrochó.
Ché malevo, volvéte a La Plata, que acá la cosa se pone fulera,
te bato que nadie garpa ni un feca y el marroco viene duro.
Yo acá, voy a ver si engancho a algún embrollón para
gatillarle cinco sonetos en la cabeza.
A vos, te aconsejo no seguir engrampado en este piantado
conventillerío de garroneo y competencia,
revirado con espiches de alcauciles y relojeos sobradores.
Cazá la primer carrindanga y rajáte a tu pueblito donde el
brote del chamuyo fino esté asomando
y no te saquen carpiendo.
Rechifláte malevo,
batile a la zurda del cuore
allá, donde un “¡Buendía!” es un buen día, macheteate un
poema para la noche del fogón.
Y olvidate de los olfas trompudos de esta reina platuda.
Plantá con el changüí aspamentoso de la fugazzeta.
Dejá, en esta bolada, que el gilerío bronquée hasta el
caracú
y vamos a palpitar de vuelta con la barra de la esquina
cuando mi turbia osamenta zafe del engriyado de la gayola.
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